Breve antropofagia
Almodóvar, armado de juventud, regresa a sus orígenes cinematográficos con un corto desvergonzado y transgresor que se contempla con el mismo asombro que hace casi 30 años provocaba Alaska meando sobre el rostro agradecido de Eva Siva en Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón. Desparpajo que renace en este monólogo cocainómano al que da vida la actriz Carmen Machi, concejal de Asuntos Sociales del Ayuntamiento de Madrid que sueña obsesivamente con el sexo y, bien lubricada ella, con comerse a un hombre entero comenzando por los dedos gordos de los pies.
No es frecuente que los directores consagrados utilicen de nuevo el formato del corto tras haber triunfado en el largometraje. Berlanga lo hizo con El sueño de la maestra en 2002, y Víctor Erice no lo ha abandonado nunca -Alumbramiento (2002) y la obra maestra de 30 minutos La morte rouge (2007)- dan cuenta de ello. En realidad, la obligatoriedad de que una película tenga una duración mínima de hora y media no deja de ser una aberración, por mucho que así lo exija el mercado. Una buena historia puede contarse en poco tiempo, o requerir una duración atípica: Fanny y Alexander de Bergman o Novecento de Bertolucci son dos buenos ejemplos. Pero ¿para qué hacer cortos si los cines no los exhiben, y las televisiones apenas?
La libertad de Almodóvar para reírse de lo que le place y provocar mientras él juega se aúnan en este trabajo breve, nacido como apéndice del largometraje Los abrazos rotos, con el que en realidad nada tiene que ver, ni por su temática ni por su estilo. Los abrazos rotos cuenta una apasionada historia de amor, mezclando géneros y modos con esa sabiduría que es exclusiva del director, que debería acuñarse con el marchamo de género almodovariano, con el que ha conquistado el mundo.
El corto de la concejal es un divertimento que empieza y acaba en sí mismo, retomando de Los abrazos rotos sólo el personaje episódico que allí interpreta la Machi. Los abrazos rotos es una película honda -y espléndida-, mientras que La concejala antropófaga es una gamberrada inteligente y osada. Como si hubiera dos o más almodóvares que se van deshojando a lo largo de su filmografía como las capas de una cebolla, cada una con colores y sabor distintos, cada cual impregnada de la inigualable personalidad de su autor, un tipo genial.
Babelia
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