Menores en cautividad
Si es así como la Comunidad de Madrid trata a sus menores no merecería tener ninguno. La paráfrasis de la irónica sentencia que Oscar Wilde destinó a la reina cuando gozaba de su hospitalidad en una prisión del Estado vendría a cuento para retratar la situación actual en la educación pública madrileña, incluyendo en el paquete las denuncias recogidas en el informe de Defensor del Pueblo sobre los malos tratos que sufren muchos menores acogidos en centros de tutela pública y de gestión privada. Torturas que podrían calificarse de medievales si no estuviera por medio la más moderna farmacopea de choque. No se trata de educarlos, ni de curarlos; se trata de convivir con ellos, y para conseguirlo nada más fácil que bloquear sus comportamientos conflictivos a pastillazo limpio hasta reducirlos al estado de zombis. Para los casos más difíciles siguen siendo útiles los métodos de tortura tradicionales, la "contención" violenta, inmovilizando contra el suelo, los grilletes, las correas y las celdas de aislamiento. Un régimen carcelario sin paliativos para menores que no han cometido ningún delito. La violación de la correspondencia y de las conversaciones privadas, la censura y la prohibición de visitas y consultas, incluso médicas y legales, son algunas de las sevicias que figuran frecuentemente en los testimonios de las víctimas.
Es probable que el mayor desembolso de estas fundaciones se realice en los gastos de farmacia
Un nuevo flautista de Hamelin, reencarnado en superhéroe de videojuego a tono con los tiempos, tendría que abducir a los menores madrileños durante un tiempo, al menos hasta que el Gobierno autonómico pagara sus deudas con ellos y reparase sus ofensas. Los perversos avatares de la educación pública y de la asistencia social en Madrid engranan un rosario de incidencias diarias, un rosario de cuentas sin pagar que generan alarma social, convocan protestas, denuncias, debates y querellas. Avatares que resbalan sobre la pétrea superficie de los responsables de las instituciones comunitarias relacionadas con la enseñanza, que huyen de la confrontación dialéctica y tratan de enterrar con retórica y propaganda los efectos adversos. Ni diálogo, ni negociación; negación absoluta, aquí no pasa nada, nada se privatiza, nada se degrada. "La huelga de las escuelas infantiles no se corresponde con el sentido del sector". Así despachaba la consejera de Educación de la Comunidad, Lucía Figar, el espinoso asunto, un sinsentido, una insensatez en la que cayeron los educadores y los padres de los alumnos que protestan por nada y denuncian por el placer de denunciar.
De vuelta al tema de los menores "tutelados" por las instituciones públicas y gestionados por empresas privadas, el gran argumento, la coartada que ha servido para entregar inermes a las víctimas a sus tutores maltratadores, vuelve a asentarse en motivos económicos, los únicos que tienen cabida en el argumentario del Gobierno regional. El menor privatizado, concertado, sale mucho más barato. Los gastos de estabulación y manutención se reducen considerablemente y es probable que el mayor desembolso de estas empresas, sospechosas fundaciones sin ánimo de lucro, se realice en el capítulo de gastos de farmacia. Entre las concesionarias de menores figuran organizaciones y fundaciones no gubernamentales que no están precisamente por encima de toda sospecha y que han acumulado a lo largo de sus años de tutoría numerosas y reiteradas denuncias y querellas. La fundación Dianova es la cara limpia y renovada de El Patriarca, asociación sectaria dedicada a la redención de toxicómanos por el trabajo y fundada por un personaje evidentemente patriarcal, autoritario y tachado de "filonazi" por muchos de sus antiguos pupilos, un auténtico patriarca acusado de meter demasiado la mano en el arca benéfica para su exclusivo beneficio. Otra fundación, la más afectada por las denuncias en Madrid y en otras comunidades en las que actúa como intermediaria y gestora, es O' Belén, creación personal de Emilio Prieto, diplomado en Magisterio por la Universidad Cardenal Cisneros de Alcalá de Henares y ex candidato a la alcaldía de Sigüenza por el Partido Popular. Prieto, que se presenta como terapeuta y especialista en menores conflictivos, es el autor de un libro de autoayuda, un manual que resume en su peregrino título las teorías pedagógicas nacidas de su privilegiado cacumen: La educación de los niños como los pimientos de Padrón. No he tenido hasta hoy oportunidad de leer un texto tan prometedor, pero ya se sabe que entre los pimientos de Padrón "unos pican y otros no". Y a los que pican hay que apartarlos del plato común, encerrarlos, contenerlos, aislarlos y sedarlos hasta que dejen de picar en las manos que les dan de comer.
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