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Ese hospital que nadie usa

El militar Gómez Ulla sólo utiliza 300 de sus 1.000 camas potenciales - El convenio de 2007, que le asignaba 110.000 personas, no se cumple

Elena G. Sevillano

En la maternidad del hospital Gómez Ulla no se oyen llantos de bebé. Tampoco se amontonan los pacientes en las urgencias, recién renovadas. El quiosco cerró. En el bar se puede escoger mesa. Cualquier mesa. La peluquera ojea con desgana una revista. La dependienta de la tienda bazar ni siquiera está tras el mostrador. Es raro cruzarse con alguien en los pasillos. Hay al menos tres plantas enteras vacías, cerradas a cal y canto. El hospital, una mole de 22 pisos enclavada entre los dos distritos más populosos de Madrid, Carabanchel y Latina, languidece. De las más de 1.000 camas que podría albergar, sólo están ocupadas algo más de 300.

"La sensación es como de liquidación. Cada día menos gente, menos pacientes, menos trabajo... Cada día está más desangelado", se lamenta un médico civil mientras mira por la ventana y señala otra mole, ésta más modesta, cinco kilómetros al suroeste. "Y seguro que el 12 de Octubre tiene ahora mismo las urgencias llenas...". Precisamente allí es adonde tienen que desplazarse los vecinos de Carabanchel. Recorren cinco kilómetros en coche -once paradas y un transbordo en metro- cuando necesitan acudir a un hospital. Peor lo tienen los de Aluche, cuyo centro de referencia es el Clínico, a siete kilómetros. Tienen un hospital al lado de casa, pero no pueden utilizarlo.

Los vecinos más cercanos sólo pueden ir para casos de urgencia

"Es triste verlo así", confiesa un médico militar que lleva toda la vida en el Gómez Ulla, el hospital general de la Defensa, único superviviente del cierre de centros militares que emprendió el entonces ministro Federico Trillo entre 2000 y 2004. "Antes tenía una influencia de 300.000 personas, pero desde que desaparecieron los soldados de reemplazo ha ido hacia abajo". Sin apenas población militar a la que atender, el Gómez Ulla sólo tiene una esperanza de futuro: tratar a civiles. Es lo que llevan dos décadas reclamando los vecinos de Carabanchel. Sin éxito. El último convenio que firmó Defensa con el Servicio Madrileño de Salud (Sermas), el 13 de abril de 2007, no se ha cumplido.

Lo denunció el gerente del hospital, Ángel Fernández, en su comparecencia del 21 de enero en la comisión de sanidad de la Asamblea. "La cláusula segunda ha sido incumplida a día de hoy". Según esa cláusula, el Sermas se comprometía a ofertar la "adscripción voluntaria" al hospital "aplicando criterios de proximidad" a una población de 110.000 habitantes a partir del 1 de enero de 2008. Es decir, que los vecinos de los barrios más cercanos iban a tener al Gómez Ulla como su hospital de referencia.

Nunca se desarrolló esa disposición. Ni siquiera se creó la comisión que tenía que estudiarla, y eso que el entonces consejero de Sanidad, Manuel Lamela, incluso envió cartas a los vecinos para darles la buena noticia de que iban a poder utilizar el hospital del barrio. Hoy el Gómez Ulla atiende las urgencias de una población de 95.000 habitantes y recibe derivaciones de los hospitales 12 de Octubre y Clínico.

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De las aproximadamente 500 camas que tiene operativas hoy día el hospital, sólo unas 100 están ocupadas por pacientes del Sermas. "Nos mandan mucho abuelito que no quieren en otros sitios. Los derivan cuando prevén que van a estar un tiempo ingresados", explica un facultativo. Gracias a eso, las especialidades médicas siguen teniendo actividad. El problema es para las quirúrgicas. "Prácticamente no operamos. Hacemos algo de la lista de espera que ofrece la comunidad, pero suelen ser intervenciones sencillas, rutinarias, y un cirujano necesita práctica", se queja el médico civil.

Con los pacientes, también se han ido marchando los profesionales. "En 1981, cuando entré, éramos 3.500 de plantilla; ahora somos 2.200", señala Saturnino López, representante de CC OO en el hospital.Los facultativos militares se van. "El futuro aquí es muy incierto", asegura el médico castrense. "Así que intentan sacar plaza en la seguridad social, sobre todo en los nuevos hospitales". No sólo ganan más; también se aseguran de que no les mandarán a misiones en el extranjero.

"Es lamentable que se gaste tanto dinero para mantener un hospital que da tan poco servicio", critica López. El Gómez Ulla atiende, de media, entre 100 y 115 urgencias al día, según datos de CC OO. Este periódico no obtuvo, pese a solicitarlos durante dos días, los datos oficiales del Ministerio de Defensa. Una decena de personas aguardaba el miércoles en la sala de espera llena de sillas vacías. Dentro, el panorama en los boxes era similar. Nada que ver con sus hospitales vecinos: el Gregorio Marañón recibió a 670 pacientes diarios de media en sus urgencias en los 33 primeros días de este año.

Todo el mundo coincide: el Gómez Ulla está infrautilizado. Los vecinos no entienden por qué, con la saturación que padecen los hospitales, no se aprovecha un centro ya construido y que, a decir de varios de sus 2.200 trabajadores, sigue siendo "magnífico". Sólo hay que echar un vistazo a las instalaciones de rehabilitación: amplias, bien dotadas, con dos piscinas enormes. El hospital general de la Defensa es una pequeña ciudad de 20 hectáreas, 20 campos de fútbol. Tiene helipuerto, tanatorio, edificio de maternidad, de consultas, una unidad puntera de telemedicina, central térmica... Y todo medio vacío. Hasta tiene un pinar en la parte trasera, desde donde se divisa media ciudad.

"Reivindicamos que pase a la red de hospitales públicos", pide el secretario de Administración del Estado de UGT, Fermín Arias. Lo mismo quiere la Coordinadora de Asociaciones de Carabanchel, la más beligerante y más tenaz para exigir que el centro sea hospital de referencia para sus vecinos. Esa petición podría verse satisfecha pronto. Al menos eso cree el gerente del Gómez Ulla, que en su comparecencia anunció que tiene el "compromiso personal" del director de Hospitales, Antonio Burgueño, de unir el hospital a la red pública dentro del decreto de libre elección que está elaborando Sanidad.

La consejería ni confirma ni desmiente. "El acuerdo no está cerrado", aseguran fuentes del departamento, que reconocen que el Gómez Ulla les es muy útil para derivar pacientes de otros centros, como hospital de apoyo. "Nuestra necesidad fundamental es la hospitalización derivada de urgencias". Sanidad también se lamenta de que el centro militar no acepte a todos los enfermos: "Casi todos los días solicitamos hospitalizaciones y no las tenemos. Podríamos ingresar a más pacientes".

Los trabajadores no saben a qué atenerse. Creen que la construcción de un hospital en los terrenos de la antigua cárcel de Carabanchel, que Esperanza Aguirre prometió para esta legislatura, es una amenaza para el futuro del Gómez Ulla. También sospechan que Defensa no quiere conservar el hospital, pese a que sigue invirtiendo dinero en él, como en la renovación de las urgencias. "Es absurdo hacer otro tan cerca", coinciden el médico civil y el militar. Sanidad responde que "sí tiene sentido, porque es una zona muy congestionada". Y mientras, los vecinos de Aluche y Carabanchel siguen sin poder usar el hospital del barrio.

Un control de enfermería vacío en la planta cuarta del edificio principal del hospital Gómez Ulla. A la derecha, una puerta de la misma planta.
Un control de enfermería vacío en la planta cuarta del edificio principal del hospital Gómez Ulla. A la derecha, una puerta de la misma planta.LUIS SEVILLANO

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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