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Reportaje:

Sant Miquel, entre asfalto y huerta

La sede de la Biblioteca Valenciana sigue pendiente de la reordenación urbana

Sara Velert

Un coche detrás de otro. El tráfico es incesante y denso a las puertas del monasterio de Sant Miquel dels Reis de Valencia. El ruido de motores persigue al visitante hasta el claustro, alejado ya del acceso a la sede de la Biblioteca Valenciana. La antigua carretera de Barcelona "discurre agresivamente pegada a la cerca y portada del recinto", corrobora el decreto del Consell que declaró el pasado octubre el monasterio Bien de Interés Cultural (BIC), con la categoría de monumento. El reconocimiento al valor patrimonial de "esta importantísima obra del Renacimiento valenciano" contrasta con el entorno del recinto, pendiente de una reordenación urbanística desde hace ocho años.

El Plan Especial de Protección y Reforma Interior (PEPRI) aprobado en 2001 por el Ayuntamiento y la Generalitat responde, en esencia, al criterio de delimitación del BIC, que atiende "a criterios de implantación histórica del bien y de protección paisajística y arqueológica del lugar". Sant Miquel está unido a la huerta y campos labrados aún rodean parte del monumental recinto, pero la zona de la entrada principal, en la avenida de la Constitución, y el lateral paralelo a Hermanos Machado están muy alejados de ese paisaje de huerta y acequias en el que nació el monasterio en el siglo XVI y que proclama como el idóneo el decreto.

"Hay naves que se podrían tirar porque están vacías", opina Juan
"Lo importante era la rehabilitación del monasterio", afirma una visitante

Además del tráfico, afean la visión del monasterio viejas naves de ladrillo abandonadas u ocupadas temporalmente, entre las que se ha habilitado el aparcamiento de la Biblioteca. Están junto a un muro lateral de Sant Miquel, desde cuyo patio se puede ver la basura. Enfrente de la entrada se alza un edificio de 10 alturas y 52 viviendas, junto a más naves industriales, algún edificio abandonado y otro aparcamiento improvisado sobre un barrizal. Son las "alteraciones impropias" que devalúan el monasterio, y que el PEPRI pretendía eliminar para completar el cinturón verde alrededor de Sant Miquel dels Reis y crear el entorno de "disfrute urbano" que "precisa asociarse a una implantación cultural y científica" del "calibre" de la Biblioteca Valenciana, como afirma el decreto del BIC.

"Hace años que el plan está pendiente", constatan con cierta resignación trabajadores del recinto. Las comunicaciones con el monasterio han mejorado con el cierre de la ronda norte y una línea de tranvía, pero el alejamiento del tráfico y el derribo de las construcciones para aliviar la presión urbanística sobre el recinto se han aparcado sine die. El grupo socialista en el Ayuntamiento denunció la situación la semana pasada y pidió una intervención urgente, pero la contestación del concejal de Urbanismo, Jorge Bellver, no deja lugar a dudas: la actuación es necesaria e importante, pero no es el momento de destinar millones de euros a expropiaciones.

"Lo importante era empezar por dentro, con la rehabilitación del monasterio", terminada en 2000, opina María Vicente Martínez, de visita junto a su marido, Rodrigo Celma, que recuerda el pasado carcelario del monumento, en el que fueron hacinados presos republicanos tras la Guerra Civil. "Hay naves que se podrían tirar porque están vacías", sostiene, en cambio, Juan Cortés, que trabaja desde hace 28 años en un taller fallero que tiene alquilado frente a Sant Miquel. La actuación urbanística le obligaría a mudarse, pero le parecería "bien" porque a su juicio la zona se ha degradado también porque los propietarios no invierten en edificios que está previsto derribar.

La ejecución del plan se complica por el elevado coste de la demolición del enorme edificio de viviendas que arroja su sombra sobre Sant Miquel. "Hay mucha gente mayor sin un duro en esta finca", explica David Romero, con un negocio de motos en un bajo del inmueble. "Me preocupa que quieran tirar la finca, porque si quieren, lo harán. Aunque llevan mucho tiempo diciéndolo sin hacer nada", añade. El plan prevé viviendas de realojo más alejadas del monasterio, pero como el resto de la actuación, de momento sólo están sobre el papel. El Ayuntamiento, del PP, ha incluido el plan de Sant Miquel entre los que se redefinirán en el nuevo plan general porque se consideran inviables. Prevé, además, un gran parque urbano que integre la huerta junto al recinto. No hay plazos. La espera de la Biblioteca Valenciana, entre asfalto y huerta, se alarga.

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Sobre la firma

Sara Velert
Redactora de Internacional. Trabaja en EL PAÍS desde 1993, donde ha pasado también por la sección de Última Hora y ha cubierto en Valencia la información municipal, de medio ambiente y tribunales. Es licenciada en Geografía e Historia y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS, de cuya escuela ha sido profesora de redacción.

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