La harina y la mohína
Donde no hay harina todo es mohína. La economía mundial va a crecer apenas medio punto durante 2009. De una punta a otra del planeta llegan las mismas noticias: despidos, cierres de empresas, disturbios sociales. Y análogos reflejos nacionalistas. La culpa siempre es del otro, el extranjero, el competidor, a quien se convierte en chivo expiatorio. Época, pues, propicia para irracionalismos y demagogias. En que el común de los mortales se siente a la intemperie y busca refugio en lo que mejor le envuelva, bandera, religión, ideología, hasta la creencia más absurda. La vida nos está proporcionando, en su clase de historia, un ejercicio práctico. No era lineal, ni viajábamos en la nave del progreso infinito, al contrario: ahí está como una bofetada el eterno retorno, la repetición de la tragedia, amplificada y con el technicolor de la dimensión de nuestro mundo. Los espectros de la Gran Depresión, de la oleada de nacionalismo y de xenofobia, desfilan en blanco y negro ante nuestros ojos. No tienen nada que ver, no queremos verlas, nosotros somos distintos: pero ahí están en nuestras pesadillas la hambruna en Ucrania, el gulag, los campos de exterminio, Europa devastada, Hiroshima y Nagasaki.
La legislación a la que han apelado los congresistas en su enmienda al paquete de estímulo económico de Barack Obama es la Buy American Act, aprobada en 1933 dentro de otro paquete de urgencia, el que lanzó Roosevelt para atacar la recesión de entonces. Aquella medida, como otras vinculadas al New Deal, permitió al vasto país americano súbitamente empobrecido sobrevivir a la mayor crisis económica y política desde la guerra civil. Al otro lado de los océanos avanzaban los totalitarismos fascistas, por lo que la recuperación se convirtió en el zócalo sobre el que construyó su intervención militar y su victoria en la Guerra Mundial. Las medidas de Roosevelt fueron la respuesta a una recesión que ya había tenido en el proteccionismo su detonante, específicamente en la Ley de Tarifas de 1930, conocida como Smoot-Hawley, por el nombre de los dos congresistas que la promovieron, que impuso derechos de aduana sobre 20.000 productos y contribuyó a una caída en los flujos comerciales del 50%. Evocar e imitar ahora tales medidas, en los primeros pasos de una presidencia como la de Obama, es todo un mal presagio, además de un disparate.
Según un estudio citado por el Financial Times (a cargo de Gary Hufbauer y Jeffrey Schott, del Peterson Institute for Internacional Economics), serían medio millón de toneladas de acero y alrededor de 1.000 empleos los que se salvarían con la aplicación de la Buy American Act a las compras para obras públicas. Es ínfimo su peso dentro de los 150.000 trabajadores del acero o de los tres millones de empleos que pretende crear el conjunto del paquete de estímulo presentado; y enorme en cambio el riesgo de que las represalias comerciales de los perjudicados (Brasil, India, China, Corea del Sur y Unión Europea) produzcan una pérdida de puestos de trabajo mucho mayor. Es la clásica decisión que impulsa el círculo vicioso: el proteccionismo crea proteccionismo y deprime los mercados; lo contrario de lo que sucede con el círculo virtuoso de la caída de fronteras y tarifas.
La insondable profundidad de la crisis es tal que ahora no hacen más que surgir este tipo de políticas, alentadas a veces por políticos aparentemente responsables. En vez de permitirles la demagogia y las malas excusas, hay que exigirles que propongan y apliquen con toda urgencia medidas para salir de la crisis, no para meternos más en ella. La buena lección de hace 70 años, impartida por Roosevelt, es que hay que actuar y actuar enseguida, aunque aplicada ahora quiere decir actuar concertadamente y no cada uno por su lado.
Ésta es la primera recesión global, que afecta a todo el mundo por igual aunque en distinto grado y activa los reflejos defensivos de forma similar en todas partes. Todos vamos a salir perjudicados y el perjuicio será mucho mayor si la única reacción es defenderse con uñas y dientes a costa del vecino, política que se practica de muchas formas posibles: protegiendo y ayudando a los propios bancos y compañías, alterando las reglas de competencia, contratando sólo a los nacionales, imponiendo barreras comerciales y arancelarias, o devaluando las monedas cuando hay capacidad para hacerlo. Nunca tendremos harina si seguimos con la mohína.
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