El suave aroma de los cafetales
Llevado a Colombia por frailes españoles en el siglo XVIII, el fruto arábigo se convirtió en una de las esencias del país. Un pacífico eje entre los Estados de Caldas, Quindío y Risaralda que ofrece alojamientos rurales en las viejas haciendas
El imponente volcán Nevado del Ruiz, cuya furia asoló tierras y gentes en 1985, se antoja inofensivo desde la altura protectora del avión que aproa hacia la ciudad de Manizales, la Atenas colombiana. La tierra parda y apergaminada de las últimas estribaciones de la cordillera de los Andes se difumina entre serranías crestadas de pinares, selvas de guadua (bambú) y un ondulante mar de colinas cuyas laderas están tapizadas por cafetales, potreros y bananos, a los que suceden cafetales, potreros y bananos. Es el corazón del eje cafetero de Colombia, una tierra tan plácida para la vista como para el ánimo.
A veces, los tópicos son grandes verdades, como lo demuestra la célebre amabilidad de las gentes colombianas, algo cierto con todo rigor y que alcanza en los pagos cafeteros su mejor demostración, lo que supone un añadido de comodidad para el visitante. Acaso la buena educación, el exquisito español hablado y la parsimonia en el quehacer diario obedezcan a la bonanza del clima o a la belleza serena de los parajes, pero uno tiene para sí que fue la paz de que gozaron estas gentes, en los momentos más convulsos de la reciente historia colombiana, factor primordial para hacer de esta región uno de los lugares paradisíacos de la América hispana.
En los momentos de mayor intensidad criminal de los carteles de la droga o durante la impunidad narcoterrorista de las guerrillas, una invisible y providencial mano protectora mantuvo estas tierras ajenas a la violencia.
El eje cafetero discurre entre los departamentos de Caldas, Quindío y Risaralda. De unos años a hoy, la industria cafetalera ha puesto en marcha un negocio turístico que complementa la riqueza que proporciona el fruto arábigo, importado a Colombia por frailes españoles bien adentrado el siglo XVIII, y que supone el 13% del producto interior bruto de la nación.
Hostales en casonas
Por todo el eje han brotado decenas de hostales rurales, antiguas casonas de propietarios cafeteros, abastecidas con todo lo que un viajero o cualquiera necesitado de reposo precisa, desde aguas termales hasta conexión a Internet, el placer de un buen libro acomodado en una hamaca, hacer senderismo por trochas en un tupido bosque brumoso pespunteado de orquídeas, abovedado de guadua y, como es natural, visitar cualquier finca cafetera para conocer in situ la recolección, molienda y tueste del producto emblemático de Colombia, tercer productor mundial, detrás de Vietnam y Brasil, que el personaje Juan Valdés se encarga de propagar por todo el mundo.
Hoy, los cafetaleros han superado el tradicional cultivo y molienda del fruto. Cerca de las pequeñas haciendas hay laboratorios para comprobar la calidad del producto, y en modernas instalaciones próximas a la capital de Quindío se estudian nuevos métodos de siembra y se investiga la cuadratura del círculo, esto es, nuevos y eficaces fertilizantes y plaguicidas, junto a las medidas ecológicas para preservar bosques y umbrías como zonas idóneas de cultivo. De igual forma, se ha transformado la peculiar manera campesina de medir la carga. Hasta no hace mucho, la unidad de medida cafetalera era el yipao (un yipao era un romántico y cinematográfico jeep norteamericano, igual a los utilizados en la II Guerra Mundial y Corea, a plena carga: unos cincuenta sacos). Esos viejos vehículos, atestados de sacas de esparto a reventar, son un recuerdo en cerámica multicolor para los turistas. Las cooperativas utilizan ahora las balanzas electrónicas.
Sombreros de iraca
Por los caminos se cruzará con los paisas (campesinos), tocados con el tradicional sombrero confeccionado con la planta iraca, una suerte de panamá (errático nombre para el afamado sombrero de paja toquilla fabricado en Ecuador), y con vehículos de carga que anuncian "acarreos", remembranza de la vieja y rica lengua española que tan bien se cuida en esta tierra.
Ahora bien, si alguien se aventura en una de estas estancias, como la de Horacio Montoya, hijo y nieto de cafeteros, en una vereda (agrupación de fincas) del alto del Naranjo, conviene tener fuertes piernas, desenvolverse con equilibrio en los bancales y una notable capacidad de recuperar el resuello. Después de ejercicio tan fatigoso, a buen seguro que saboreará una taza de café de manera distinta.
Con la entrada del año nuevo llega el momento de la explosión festiva en una de las capitales cafeteras, Manizales. El principal reclamo es su feria taurina, una de las más importantes de América. "¿Sabe usted si vendrá este año José Tomás?", pregunta con interés una joven que se confiesa aficionada. "¿Cómo no serlo si nací en Manizales?", recalca. Pero el programa honra, además, la fama de intelectualidad de la ciudad. Las calles se adornan con certámenes para gustos y aficiones variadas, los pintores exponen su talento al juicio público, los maestros artesanos enseñan ufanos sus obras en cerámica y madera, la gastronomía llena de olor y color tenderetes y bares, un festival de teatro avisa a los posibles espectadores, y también se anuncian exposiciones y muestras de cine. La amalgama del paisanaje completa la fiesta; gentes venidas de todo el país y otras partes de Iberoamérica colocan la etiqueta cosmopolita a la entrada de la empinada capital de Caldas.
Es la otra Colombia, plácida y segura, ajena a los titulares de prensa y los informativos de televisión. Una pasión desconocida para aquellos que relacionan de manera exclusiva los asuntos colombianos con el narcoterrorismo, los secuestros o la inseguridad ciudadana.
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Guía
Cómo ir
» Iberia (www.iberia.com; 902 400 500) tiene vuelos de ida y vuelta entre Madrid y Bogotá, sin escalas, desde 552 euros, y desde Barcelona, con una escala, a partir de 566,88. También tiene vuelos de ida y vuelta a Medellín desde Madrid (una escala; 610,30 euros) y Barcelona (dos escalas; 625,18 euros).
» Aero República (www.aerorepublica.com) vuela entre Bogotá y Pereira por unos 50 euros el trayecto.
» Aerolíneas de Antioquia (www.ada-aero.com) conecta Medellín con tres aeropuertos del eje cafetero (Pereira, Armenia y Manizales) por unos 70 euros el trayecto.
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