Benedicto sube a la Red
El Vaticano ha anunciado la apertura de un canal de noticias en el portal de Internet YouTube. Al principio, los servicios de prensa de la Santa Sede emitirán tan sólo dos o tres vídeos de Benedicto XVI por día, aunque la intención es ir aumentándolos progresivamente hasta crear una comunidad de católicos conectados. El portavoz de Su Santidad, Federico Lombardi, ha explicado que el Papa "desea encontrar a los hombres allí donde se encuentren" y, por este motivo, ha decidido colgar sus intervenciones y discursos en la Red. Tan adelantado en algunas cosas y tan retrasado en otras, el Vaticano se ha decidido a utilizar el epítome de la modernidad para clamar en muchos asuntos contra ella. Ahora falta saber quién acabará influyendo en quién, si Benedicto XVI en la Red o la Red en Benedicto XVI. Será una pugna de titanes que, llegado el caso, obligará a revisar las disquisiciones acerca de si el medio es el mensaje.
Los responsables vaticanos han declarado que "el Papa sabe los límites, los aspectos negativos ligados a estas nuevas tecnologías". Es un indicio de lo que nos espera, pero lo que de verdad interesa conocer son los aspectos positivos que contempla el Santo Padre. Porque, quién sabe, podrían acabar influyendo en las tradiciones de la Iglesia a la hora de las celebraciones y, sobre todo, de la administración de los sacramentos. Por ejemplo, ¿contempla el Vaticano la posibilidad de la confesión on line? Y si lo hace, ¿qué medios pondrá para garantizar la privacidad de los eventuales confesionarios cibernéticos, de manera que ni los pecados ni los pecadores acaben expuestos a la acción de los piratas?
Se ha hablado mucho de los cambios que Internet ha introducido en las prácticas sociales, desde la manera de conocerse las personas o hacer negocios hasta la de obtener información. El anuncio del Vaticano es el signo de que ha caído otra barrera, y de que el análisis de los cambios no será a partir de ahora una materia exclusiva de la sociología, sino que puede absorber también no pocos esfuerzos de los teólogos. Si hubo una teología de la liberación, ¿por qué no podrá haber otra de la cibernética?
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