Los que reviven con la crisis
Baten records los seguros funerarios, un negocio que nació en Galicia
"En momentos malos la gente se vuelve previsora". Juan Manuel Suárez, consejero delegado de La Fe, una de las diez primeras compañías españolas en seguros de decesos, reflexiona sobre su empresa desde un luminoso despacho con vistas a la ría de Vigo. Cuenta que diciembre, un mes horroroso para la economía, fue el mejor del año en su negocio: "Récord en pólizas".
Es el componente anticíclico de la muerte, un sector donde los impagos son anecdóticos, donde casi no hay reclamaciones por un mal servicio y que, en los tiempos que corren, se dedica a algo más que a resolver entierros. "Hemos pasado por varias etapas hasta llegar a ofrecer cada vez más servicios en el momento del fallecimiento, cuando los familiares no están para pensar en detalles".
"Cuando llegan momentos malos, la gente se vuelve previsora"
El fundador de La Fe era socialista, lo movía la solidaridad
Las pólizas facilitan asistencia legal a las familias y todos los trámites adaptados a las costumbres locales y los deseos del finado. Desde el maquillaje del difunto a la contratación de la esquela, el tanatorio, la lápida, las flores, el coche fúnebre, el féretro o la incineración, por citar algunos de los elementos más importantes.
Según la Federación de Asociaciones Tanatológicas, seis de cada diez funerales se pagan a través de pólizas como las que comercializa La Fe.
Galicia, una tierra tan pegada a los difuntos, ha sido la cuna de las mayores empresas de España en este sector. La prueba está en Santa Lucía, que nació al lado del mercado coruñés del mismo nombre. Ahora gestiona 2,5 millones de pólizas y 583 millones de euros en primas. Otra firma con raíces gallegas es Ocaso, creada en 1920 por Ramón D'Ortega y Hervella también en A Coruña.
Eran tiempos donde "literalmente, nadie tenía donde caerse muerto". La viguesa La Fe, más modesta en comparación con las anteriores, tiene sus raíces en El Óbito. Fue creada a principios del siglo pasado por Emilio Martínez Garrido, "socialista y masón", del barrio del Calvario que fue fusilado por Franco. Su capital inicial en 1924 era de 9.000 pesetas. "La fundó por un sentimiento de solidaridad", dice Juan Manuel. "Le pedían ataúdes por un patacón. La mortalidad era altísima. Tenemos documentos que hablan de 150 entierros de niños en Vigo en los años anteriores al 34. Hoy es impensable".
De organizar entierros, la empresa pasó por ley al ramo de los seguros de decesos. Ahora sus gestores lidian con el cada vez más asentado sentimiento social de rechazo de la muerte. "¿Menos clientes? Se equivoca. Lo que ocurre es que todo se retrasa. Si antes las pólizas las contrataban familias en la treintena, ahora empiezan con 50. Tardan más, por lo que las cuotas aumentan".
Ingeniero de caminos y funerario por vocación, él y sus hermanos se hicieron con el negocio en 1997, cuando tenía 10 agencias. Estaba en manos de tres familias de Vigo: Riera, Rey (hijos y nietos del fundador) y Comesaña. En la última década, aquella pequeña gestora de entierros casi por caridad se ha convertido en una gran empresa con 60 oficinas en España. En el último trimestre ha integrado en su grupo a una competidora: La Previsora Mallorquina, una compañía muy implantada en el mercado balear.
Los propietarios de La Fe van poco a poco. El suyo es un negocio tradicional que se gestiona desde la prudencia. Pueden presumir de solvencia porque están obligados por la Dirección General de Seguros a dedicar buena parte de las primas a provisiones para afrontar el momento en que sus asegurados dejen este mundo. También pueden invertir en inmuebles o comprar activos financieros con calificaciones crediticias elevadas.
¿Y la crisis? El único temor que parece tener Juan Manuel no es ese. Tiene que ver con lo que él llama la "excesiva simplificación", del acto fúnebre, la homogeneización del ritual. Aún así, defiende el buen hacer de los servicios funerarios españoles: "Aquí se hacen mejor las cosas que en la serie A dos metros bajo tierra", ríe.
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