Barcelona, entre la mímica que pide silencio y las multas
La capital catalana tiene desde 2001 promotores ambientales para evitar ruidos
Promotores ambientales y actores a la puerta de los locales encarnando a mimos pidiendo silencio, por un lado, y sanciones y multas, por otro. Es la doble receta que se aplica en Barcelona en los últimos años ante el aumento de las quejas vecinales por los ruidos de los locales nocturnos. Los promotores -una cuarentena- se encargan de sensibilizar a los propietarios de los locales -terrazas, bares de copas y discotecas- y a los trabajadores para evitar el ruido, sobre todo al cierre de los locales.
En Barcelona, el trabajo de los promotores y las campañas de sensibilización para respetar el descanso nocturno empezaron en el año 2001. Se repiten cada verano, los meses de junio, julio y agosto.
El resto del año no es que desaparezcan los problemas, pero bajan mucho de intensidad y el Consistorio no cree necesario destinar recursos extra de personal extra, más allá de los inspectores y policía municipal. Tanto los promotores como los mimos van a cargo del presupuesto municipal.
En la temporada del verano pasado, la campaña de los promotores y 16 mimos se extendió en 600 locales por toda la ciudad. Especialmente en el distrito de Ciutat Vella, que concentra gran parte de los locales más frecuentados por los turistas y los chiringuitos de las playas, y en el de Gràcia. Lo cierto es que la llegada de los mimos -de negro, con la cara maquillada y gesticulando- a los grupos que se forman en terrazas y puertas de los bares era saludada sonoramente por la gente. La introducción de estos actores se ha realizado en los dos últimos años.
Bastantes empresarios del sector han acabado tomando conciencia de la conciliación de su negocio con el descanso de los vecinos y son los primeros en pedir a los clientes que no armen lío. En parte, por la cuenta que les trae, ya que la otra cara de la moneda son los expedientes y sanciones que el Ayuntamiento impone a los locales.
"Se sanciona el ruido imputable al local. Por ejemplo, si abre las puertas o si no controla las salidas para evitar que los grupos se queden en las puertas haciendo ruido", apunta Assumpta Escarp, concejal de Seguridad del Consistorio barcelonés.
Los inspectores de los distritos y los agentes de la Guardia Urbana actúan a requerimiento de los vecinos que denuncian las quejas. Si los problemas se repiten, el distrito abre un expediente sancionador que puede acabar con multas de entre 300 y 6.000 euros o con el cierre temporal del local entre un mes y un año. "Excepcionalmente, hemos acabado revocando la licencia del local", concretó la regidora.
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