Burocracia
Frente a la burocracia el ciudadano se halla inerme. No ya frente a normas incomprensibles, pura y simplemente ante un empleado que, por los motivos que a él le parezcan, decida no cumplir con aquello a lo que le obliga la paga que, eso sí, el funcionario siempre percibe. Le pasó a J. L. Acudió el pasado 2 de enero al centro de atención primaria de Sant Martí (Barcelona) para que le asignaran un médico. Hasta ese momento, en vez de estar integrada en el régimen general de la Seguridad Social, dependía de una de las empresas llamadas colaboradoras. Fue al CAP con su tarjeta sanitaria, en la que figuraba el correspondiente número de afiliada a la Seguridad Social, como habían hecho ya media docena de compañeros suyos sin mayores problemas. Pero ella los tuvo.
El empleado, por lo que fuera, no tenía ganas de trabajar o carecía de la formación suficiente y decidió quitársela de encima. ¿Procedimiento? El viejo y larriano "vuelva usted mañana" con papeles que ahora no tiene. Le pidió un certificado de empadronamiento y otro de cotización a la Seguridad Social, informaciones ambas que habría podido lograr tecleando en su ordenador. No lo hizo.
El Instituto Catalán de la Salud reconoce que a J. L. se le dio una atención deplorable y un portavoz del ICS sostiene que se le han pedido disculpas y que, por la tarde mismo, un empleado eficiente (que también los hay en la Administración pública) le resolvió el problema. Al que en vez de trabajar complicó la vida a la lectora no le ha pasado nada. "Se le informará de lo que tiene que hacer", dijo el portavoz. Pero, si no conoce sus obligaciones, ¿no sería bueno dejar de pagarle (con los impuestos de la lectora, entre otros dineros) hasta que aprendiera? Eso, en la Administración pública es casi tan difícil como que alguien de E-cristians se suba a un bus ateo.
Para quejas sobre las administraciones y empresas públicas pueden dirigirse a catalunya@elpais.es a la atención de Francesc Arroyo.
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