Washington se prepara para el gran día de Obama
La toma de posesión da lugar al más espectacular dispositivo policial
Washington se prepara para uno de los más grandes acontecimientos de su historia. Algo que supera en expectación y significado a casi todo lo que se ha visto aquí antes -más de dos millones de personas serán testigos de la toma de posesión del primer presidente negro de Estados Unidos-, y que, al mismo tiempo, constituye el mayor desafío jamás enfrentado por los servicios de seguridad en esta ciudad, quizá el más gigantesco operativo de seguridad que ha conocido hasta ahora el mundo.
La ceremonia de inauguración de la presidencia de Barack Obama, que jurará su cargo sobre las escalinatas del Capitolio al mediodía del próximo día 20, es mucho más que otro relevo en la cúpula del poder. La particularidad de su persona, unida a la pasión popular que su victoria ha desatado, sumado a las desproporcionadas esperanzas que en él han puesto millones de personas de muchos países, atribuladas por la crisis económica y la escasez de liderazgo internacional, convierte esta toma de posesión en un hito de enormes proporciones.
58 agencias de seguridad están involucradas en la organización del acto
De la misma proporción es, por tanto, la preocupación de los responsables de su seguridad. Los jefes del FBI y del Pentágono han declarado que no existe constancia de ninguna amenaza concreta contra Obama para ese día. Pero la simple posibilidad de que algo pudiera ocurrirle resulta tan demoledora que se han puesto en marcha medidas sin precedentes para que todo se produzca de forma tranquila.
Dirigidas por el Servicio Secreto -la policía responsable de la seguridad de los presidentes-, 58 agencias de seguridad de Estados Unidos están involucradas en esta operación, desde la CIA al Departamento de Policía de Washington, pasando por el Ejército y la Guardia Nacional del Distrito de Columbia, que aporta más de 10.000 hombres y mujeres uniformados para contribuir a mantener el orden en las calles.
Las Fuerzas Armadas permanecerán en alerta desde el lunes, y en el cuartel de Fort Belvoir, a 25 kilómetros de Washington, estarán listos para intervenir escuadrillas de helicópteros Black Hawk y una unidad especial contra ataques químicos. Aviones de combate custodiarán los cielos de la ciudad desde el fin de semana y lanchas patrulleras de la policía y el Ejército impedirán toda clase de movimientos en las aguas del río Potomac.
Esta será una ciudad aislada desde el lunes. Los puentes que unen Washington con Virginia serán todos cerrados, así como las principales calles que permiten el acceso desde el Estado de Maryland. En un extenso perímetro de seguridad en torno al acontecimiento, no habrá circulación de vehículos privados ni metro ni autobuses. Cerrarán los restaurantes, los museos, las oficinas públicas, los aparcamientos y todos aquellos locales que no sean imprescindibles.
Aunque no lo hicieran, sería imposible dar servicio porque no existirá forma humana de que los empleados puedan acudir esos días a sus puestos de trabajo. El público, que ha copado los hoteles desde hace meses, sólo podrá entrar al Mall, el espacio ajardinado que separa el Capitolio y el Lincoln Memorial, a pie y a primeras horas de la mañana. La policía ha advertido que cuando el espacio disponible se llene -tiene una cabida aproximada de unas 300.000 personas-, se cerrarán los accesos. Los que queden fuera tendrán que conformarse con acercarse, si pueden, a alguna de las 22 pantallas gigantes que han sido instaladas en los alrededores.
Tras su juramento, Barack Obama recorrerá los tres kilómetros y medio que separan el Capitolio de la Casa Blanca a bordo de un vehículo especialmente fortificado para la ocasión por General Motors. No concluyen ahí los problemas de seguridad, puesto que, como manda la tradición, el nuevo presidente tendrá que recorrer, junto a su esposa, algunos de los bailes de etiqueta que se celebran en la ciudad. Se espera que pase por ocho de los setenta que hay convocados en diferentes lugares.
El trabajo de los policías y militares empezará, en realidad, este mismo sábado, cuando Obama tiene previsto desplazarse en tren, junto al vicepresidente, Joe Biden, desde Filadelfia hasta Washington con el objetivo de unir el simbolismo de la ciudad donde nació esta nación con la sede actual del poder. Ese viaje fue insistentemente desaconsejado por el Servicio Secreto, que hasta el día de hoy confía en suspenderlo.
El domingo, Obama se paseará por algunas de las celebraciones previas, entre ellas el concierto que intenta aportar sabor latino a este acontecimiento y en el que participará Alejandro Sanz como único cantante español.
La lista de artistas, actores, diseñadores, deportistas y famosos que estarán presentes, personalmente o con su obra, en esta histórica ocasión es interminable. Como interminable es la fila de periodistas y representantes internacionales que buscan su acreditación.
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