Pasados de la raya
España es, tras Reino Unido, el país europeo con mayor consumo de cocaína - Cuatro adictos en proceso de rehabilitación cuentan su lucha para dejar de esnifar
297, 294, 291, 288... Cuando le entran ganas de meterse una raya, Alberto cuenta hacia atrás de tres en tres. O piensa en el arroyo del pueblo de sus abuelos, en el sonido del correr del agua... Es el gran reto de las miles de personas que intentan dejar la cocaína cada año (22.000 el año pasado sólo en la red pública): controlar el deseo irrefrenable de meterse una raya.
Los expertos usan el término inglés, craving, porque no encuentran otro que describa tan claramente el ansia desmedida por consumir cocaína, la droga más adictiva y con más recaídas. "Es la que más aumenta el flujo de dopamina, la que más altera el cerebro", explica Diego Urgelés, coordinador médico del Centro de Asistencia Integral al Cocainómano (CAIC), de la Agencia Antidroga de Madrid. "La heroína da más placer, pero no modifica tanto las estructuras cerebrales. Cuando una persona se enfrenta a una intersección de opciones siempre elige la que asocia con la dopamina, por eso es tan difícil dejar la cocaína. Si te estuvieran dando martillazos en la cabeza mientras la consumes, te acabaría gustando".
En muy poco tiempo, la cocaína se ha puesto a la cabeza de la demanda de tratamientos a adictos (en un 60% de los casos unido al consumo de alcohol). Sirva el ejemplo de la ONG Proyecto Hombre, que atiende a 20.000 personas al año. En 1991, un 1% de sus pacientes eran cocainómanos. En 2002, el 20%. El año pasado, el 70% (en algunos centros hasta el 80%). España es, tras Reino Unido, el país europeo con mayor consumo. El 5,8% de la población de entre 15 a 24 años la ha tomado en el último año; el doble que hace una década. Pero lo que más alarma a los expertos son los adolescentes. El 4% de los chavales de entre 14 y 15 años la han probado. Y cuanto antes se toma, más maleable es el cerebro y más probabilidades existen de desarrollar una adicción.
Lo que lleva al quid de la cuestión: un 9% de los consumidores son adictos. Un 4% desarrolla la adicción al año de probar la primera raya, pero la mayoría tarda más. Seis, ocho años. Puede que más. La cocaína no consume físicamente ni tumba como la heroína o el alcohol. Se puede consumir hasta la ruina o hasta explotar. Según la Agencia Antidroga, el 83% de los adictos son varones de unos 37 años, de un nivel socioeconómico medio y sin antecedentes penales; pero los expertos insisten en que hay de todo. Consumidores de fin de semana y diarios. Recientes y de años. Jóvenes y mayores. Sí comparten una característica: mantienen su trabajo y su familia y sólo reclaman ayuda cuando llegan los problemas. Una separación, deudas, la salud (uno de cada cuatro adictos desarrolla una patología dual. Trastornos bipolares, brotes psicóticos, depresión).
Una vez que el adicto pide auxilio, la principal tarea de los terapeutas es que no recaiga. Pero el cocainómano es muy tramposo, incluso consigo mismo. "Si el cerebro te está pidiendo coca enseguida generas un monólogo para convencerte de que por una raya no pasa nada", explica el terapeuta Carlos Dulanto. Cualquier excusa es buena. "Nuestra labor es evitar que eso pase", añade la psicóloga Sagrario Guijarro, del Centro de Atención Integral al Drogodependiente (CAID) de Usera (Madrid). "Somos como comerciales".
A las ganas desenfrenadas y al autoengaño se añade un obstáculo: no existe un fármaco que anule sus efectos o sustituya a la coca. La heroína tiene la metadona; el alcohol, el antabús; el tabaco, la nicotina. Pero la coca, al menos de momento, se deja a pelo. A base de terapia, de fuerza de voluntad, de sopesar pros y contras, de luchar contra las ganas de esnifar. Cuatro pacientes en distintas etapas del tratamiento cuentan como lidian cada día contra su adicción.
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