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Columna
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Obama y 2009

Año de transición 2009, sí, pero ¿hacia qué?; año en el que los expertos aseguran que la crisis empeorará antes de mejorar. Y algo así puede ocurrir en el panorama político mundial, aunque con la salvedad de que nadie puede garantizar la mejoría.

Se parte, sin embargo, de un cambio positivo: el 20 de enero toma posesión un nuevo presidente norteamericano, que es imposible que mantenga el nivel de despropósito del saliente. George W. Bush consintió que unos pandilleros de la geoestrategia secuestraran la presidencia y por ello va a entregar un planeta a Barack Obama con todos los indicadores en números rojos. Pero la opinión internacional, y especialmente la europea, que lleva cada vez peor los disgustos, ya ha descontado ese alivio y pone el listón tan desconsideradamente alto que el primer problema del entrante será que ninguna mejora llegará tan rápida ni tan dramáticamente como para que el mundo se sienta compensado por lo que deja atrás. Deshacer la maraña de Bush y sus colaboradores llevará su tiempo. Ésta es, por ello, una lista de contubernios en transición para 2009.

Esta transición puede acabar en desencanto, por las altas expectativas ante el nuevo presidente de EE UU

Guantánamo. Es lo primero que va a liquidar Obama, pero no se cierra una cárcel, que ha violado todas las leyes internacionales, como si fuera una mercería. Hay un plan para hacerlo a dos años. Y, entretanto, ¿qué pasa con todas las mazmorras que la CIA tiene desperdigadas por el mundo, sobre todo entre los serviciales ex satélites de Moscú?

Irak. El presidente electo quería retirar todas las tropas de combate para 2010, y el plan aprobado por el Parlamento iraquí habla de fin de 2011. El presidente puede avenirse a ese retraso, pero los generales dicen que incluso la segunda fecha es prematura. Si todos los vehículos que tiene EE UU en la guerra se pusieran en fila india, formarían una cola de 20.000 kilómetros, media cintura del planeta. Y más importante aún, la nueva presidencia norteamericana está dispuesta a dejar un contingente de imaginaria en Irak de 40.000 o más soldados.

Afganistán. Obama quiere reclutar, como en el país árabe, una milicia civil para remedio de una guerra a la que no se le ve fin. Pero si en Irak fue relativamente fácil estipendiar a un contingente de suníes, primero para que no combatieran al invasor norteamericano, y segundo para que sí lo hicieran contra otros suníes sublevados y los terroristas de Al Qaeda, en tierra afgana es mucho más difícil distinguir talibán de lo que no lo es. En un país básicamente rural, a diferencia del Irak urbanizado que dejó Sadam Husein, en el que sin pasar por los llamados señores de la guerra es imposible encuadrar fuerza alguna e impedir al mismo tiempo que sus armas acaben en el zoco de Peshawar o se vuelvan contra quien las procuró.

Pakistán. El líder demócrata ha dicho que llevaría la guerra contra el terrorismo a la zona fronteriza de Pakistán con Afganistán, no se sabe si con consentimiento de Islamabad o sin él. Pero el Estado creado especialmente para acoger a los musulmanes del subcontinente está para pocos experimentos, mientras se debate entre sus propios espasmos terroristas contra un Gobierno que considera títere de Washington y contra la India, y un extenso apoyo intelectual y popular al integrismo islámico.

Irán. Es posible que el próximo presidente norteamericano haga algún gesto en dirección a Teherán -como hacia La Habana-, pero de su colega iraní, Mahmud Ahmadineyad, difícilmente cabe esperar concesiones, porque Irán, que es el gran beneficiario de la guerra del Golfo, sólo está interesado en que le dejen trastear el átomo a su gusto, lo que no puede admitir Obama.

Oriente Próximo. Todo auténtico avance negociador debería pasar por un giro radical de Estados Unidos, que le permita presentarse como mediador entre israelíes y palestinos, lo que llevaría a la probable adopción, conjuntamente con la Unión Europea, de sanciones económicas contra el ocupante. ¿Es eso verosímil, cualesquiera que sean las mejores intenciones del futuro presidente? ¿Es su ensordecedor silencio ante la masacre de Gaza cautela, imparcialidad o pánico? Israel le ha ahorrado al presidente demócrata la invasión anticipándola, pero también le avisa de que su victoria militar no es negociable.

Barack Obama no ha sido nombrado presidente de Lesoto, sino de EE UU, que sigue siendo el único actor universal, con toda su inversión estratégica y compromisos internacionales, por lo que esta transición bien puede acabar siendo la del desencanto por las altísimas expectativas que el afro-americano no ha podido o querido moderar.

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