La letra y el espíritu
En un pasaje del libro-entrevista de François Truffaut El cine según Hitchcock, el director británico hace una confesión a su interlocutor a propósito de la película Easy virtue, de 1927, adaptación de una famosa obra teatral de Noel Coward: "Había en el filme el peor intertítulo que jamás haya escrito, hasta el punto de que siento vergüenza incluso de contárselo y, sin embargo, tengo que hacerlo...". A continuación, Hitchcock explica la supuestamente deleznable frase a un Truffaut que, por las dificultades técnicas de entonces, no había visto la película. Tras la aclaración, el francés no le replica, quizá porque Hitch exageraba, quizá porque tampoco se entienda muy bien lo horroroso del asunto sin haber visto el filme. Revisada hoy la película (está editada en DVD por Suevia), y el intertítulo, se supone que adónde quería llegar Hitchcock era a la dificultad de adaptar a Coward en una época donde el cine sólo podía ser mudo. Algo que, salvando las distancias, también había sufrido Lubitsch al adaptar a Oscar Wilde en El abanico de Lady Windermere (1925). Se puede conseguir la sofisticación, el brío y la delicadeza, pero nunca alcanzar la brillantez de los textos de Coward, su finura, sus dobles sentidos. Sorprendentemente, el cine ha tardado 80 años en volver a aquella Easy virtue de Coward: estamos ante la agradable Una familia con clase, dirigida por el australiano Stephen Elliott, alguien que no ha sido capaz de atrapar del todo la sofisticación, el brío y la delicadeza que sí consiguieron Hitchcock y Lubitsch.
UNA FAMILIA CON CLASE
Dirección: Stephan Elliott.
Intérpretes: Jessica Biel, Colin Firth, Kristin Scott Thomas, Ben Barnes.
Género: comedia. Reino Unido, 2008.
Duración: 97 minutos.
Las tribulaciones de una estadounidense de oscuro pasado sentimental y su joven marido, un inglés perteneciente a una aristocrática familia venida a menos, tienen el aliciente del excelente reparto (Kristin Scott Thomas da un recital de estiramiento refinado) y el sempiterno gusto en la ambientación de las producciones británicas de época. Sin embargo, Elliott confunde en determinados momentos el poderío de los movimientos de cámara con la excesiva vehemencia que a veces da la steadycam a secuencias que requieren más calma. El director de Priscilla, reina del desierto (1994), desenfocado desde su gran éxito, quizá ande algo desencaminado en el tratamiento del humor más físico, pero en lo que sí acierta de pleno es en una de las decisiones en principio más arriesgadas: la de conformar una banda sonora a base de adaptaciones swing de piezas modernas (como el Sex bomb de Tom Jones) que calzan a la perfección con el espíritu de Coward.Tiene el aliciente del excelente reparto y una ambientación excelente de época
Babelia
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