"Si un director me pide que adelgace, lo hago"
Un sistema educativo, el finlandés, preocupado por obtener lo mejor de cada niño sacó a Karita Mattila (Somero, 1960) de la granja y del pequeño pueblo en el que vivía su familia y la ha llevado a los mejores teatros de ópera del mundo. Detrás de cada actuación de esta soprano hay muchas horas de intenso trabajo, de esfuerzo en su preparación teatral y física porque nada de lo que consigue es gratuito. Le cuesta mantenerse en forma y siempre anda cinco kilos arriba o abajo. Aunque es tajante. "Si un director me pide que adelgace para un papel y me gusta, lo hago".
Se ha metido en la mente de Katia Kabanova, de Leos Janácek, para representar en el Teatro Real de Madrid a una mujer apasionada y atormentada por el amor que siente hacia su amante en una sociedad cerrada y claustrofóbica. La puesta en escena es de Robert Carsen y la dirección musical de Jiri Belohlavek. "Cuando se da la coincidencia de que hay un buen director de escena y un buen director musical acompañados de un estupendo reparto, el conjunto es fantástico. Desgraciadamente, no es algo que suele ocurrir muy a menudo", afirma Mattila. No quiere entrar a valorar el nombramiento de Gérard Mortier como director artístico del Teatro Real, con quien no mantiene una relación cordial desde que él estuvo en el Festival de Salzburgo. "Qué Dios le traiga suerte al teatro", señala levantando las manos hacia el cielo.
"Estamos obligados a pisar tierra y hacer lo posible por mejorar la sociedad"
"Los cantantes debemos dar el máximo por respeto al público"
"Es difícil encontrar producciones como esta 'Katia Kabanova"
No es una mujer complaciente, es crítica con algunos aspectos del mundo de la música en el que ella se mueve, defensora de los derechos de las mujeres y altavoz para una organización no gubernamental de la denuncia de la violencia de género. "Tenemos la obligación de pisar tierra y ver lo que ocurre en nuestra sociedad y hacer lo posible por mejorarla".
Defiende con cierto entusiasmo el trabajo teatral de los cantantes de ópera de quienes exige, porque se lo pide a ella misma, dar el máximo. "Los cantantes debemos dar el 150% de nosotros cuando nos subimos a un escenario. Cada persona que se sienta en la butaca paga una cantidad importante para ver un buen espectáculo y frente a ella no puede ver figuras estáticas con voz. No se puede separar la parte dramática de la musical".
Mattila recuerda sus primeras óperas como espectadora en las que se preguntaba por qué los cantantes no se movían. "Tuve suerte cuando estudiaba en Helsinki de tener grandes profesores y trabajar con fantásticos actores. Al mismo tiempo que desarrollé la voz tuve la oportunidad de crecer en el aspecto dramático. Y eso es algo que nunca finaliza porque con el paso del tiempo mejoras".
Habla entonces de su personaje, Katia, y dice que tiene que hacerle creer que lo que está viendo es lo que imaginó el compositor. Le gusta el papel que está interpretando y está orgullosa de ser cantante en esta época. "No existe un momento perfecto porque en todas las etapas de la lírica podrías encontrar algo criticable, pero yo estoy contenta de la época que me ha tocado vivir. Creo que debo aprovechar todo lo que me ofrece la música contemporánea. Estamos en unos momentos creativos muy ricos. Las crisis forman parte de la vida misma y ésta tal vez nos enseñe a vivir de otra manera y a ser más austeros".
Mientras en el papel de Katia muestra dos sencillos vestidos en blanco y azul, Karita Mattila se presenta subida a unas altas botas de charol y una cazadora de cuero rojo con tachuelas doradas. ¿Ha cambiado mucho el aspecto físico de los cantantes? "No tenemos que ser como las estrellas de Hollywood, pero sí dar una imagen lo más parecida posible al personaje que tenemos que representar. Tener buen aspecto es positivo para un espectáculo total como la ópera. No tenemos porqué estar todos escuálidos, pero sí proporcionados. Yo no soy una mujer delgada y tengo que ser muy disciplinada no sólo con la voz, sino también con mi cuerpo. Tengo que cuidarme mucho, no tengo ya 20 años y si quiero comer y beber, que por cierto me gusta muchísimo, tengo que estar luchando constantemente contra los kilos. No de forma obsesiva, pero sin olvidarme de ello". Mattila cree que el público no se merece contemplar una representación en la que el protagonista no se pueda arrodillar por estar gordo, como ha ocurrido recientemente durante la representación de Don Carlo en la Scala de Milán. "Sé que decir estas cosas me traerá problemas, pero es lo que pienso. El artista está en el escenario bajo la mirada de todos. El público está pagando mucho dinero y es lamentable que esté viendo algo falso". Es entonces cuando Karita Mattila recuerda que en el mundo del teatro no se dan estas situaciones y que, consecuentemente, en el mundo de la ópera tampoco deben ocurrir. "Me parece justo que un director me diga que para interpretar un papel tengo que adelgazar. Si a mí me interesa ese papel, lo haré".
Se descubre gran aficionada a las series televisivas de detectives porque le ayudan a evadirse y, con cierta sorna, matiza: "No me parece apropiado que en algunas de estas series los actores estén siempre como si fueran de copas a un club nocturno. Lo importante son los equilibrios".
Habla de las dificultades que ha encontrado en la representación de esta Katia en el Teatro Real. "No es una producción agradable porque estoy mojada parte del espectáculo y no puedes perder la concentración porque, como ocurrió en una de las representaciones, casi me caigo. A veces lo dejaría todo y me iría, pero entonces veo al cuadro de bailarines entre cajas y con toallas tiritando y sonriéndome y pienso que si ellos son capaces yo también".
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