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Un equipo español opera en Italia un feto con espina bífida

La cirugía se realizó a las 24 semanas de gestación

Elisabetta acaba de cumplir cuatro meses. Nació en Trieste, Italia, el pasado mes de agosto. Podía haber sufrido graves daños neurológicos, pero no es así. Cuando su madre, Rosa, llevaba 21 semanas embarazada, los médicos detectaron en el feto una grave malformación congénita: espina bífida. Sin embargo, a la semana 24 de gestación un equipo de expertos en cirugía del Hospital de la Vall d'Hebrón de Barcelona se trasladó hasta Trieste, al hospital Burlo-Garofolo, para operarla dentro del vientre de su madre. Hoy, Elisabetta no sufre ningún daño neurológico y mueve bien sus piernas, según explicó ayer Gloria Pelizzo, médico del Burlo-Garafolo. La única secuela que quizás sufra será en su pie izquierdo.

La espina bífida es una malformación congénita que afecta a la columna vertebral, que no se cierra completamente. Como consecuencia, la médula se lesiona por el contacto con el líquido amniótico, y el líquido cefalorraquídeo acaba formando un quiste. Los bebés con este desorden sufren daños cerebrales como la hidrocefalia o la malformación de Chiari, parálisis de las extremidades inferiores e incontinencia de esfínteres. Tan sólo en Cataluña, se diagnostican unos 50 casos al año. La mayoría de veces se interrumpe el embarazo. La cirugía fetal para corregir este desorden se practicó por primera vez en Europa el año pasado, en Sevilla.

Esta técnica ha permitido corregir la malformación de Elisabetta antes de que se dañara su sistema nervioso. "Cuanto más precoz, mejor. Se debe intervenir entre las semanas 21 y 26 de gestación; más tarde consideramos que llegamos un poco tarde, podríamos frenar la evolución, pero no los daños", afirma José Luís Peiró, coordinador del Grupo de Cirugía Fetal del hospital.

La operación duró unos 50 minutos. Tras anestesiar completamente a la madre, los cirujanos practicaron en su útero una incisión de unos 10 centímetros. A continuación, situaron el feto en la posición adecuada para intervenir y lo anestesiaron. Los cirujanos hicieron un pequeño corte para corregir el daño que afectaba a sus tres minúsculas vértebras.

Para sellar la herida utilizaron una técnica pionera, unas láminas sustitutivas de la piel. Elisabetta nació a las 32 semanas por cesárea, con una herida en la espalda totalmente cicatrizada, y pesó 1,5 kilos.

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