La alegría de hacer música
A Simon Rattle la gran obertura de El rey Lear, de Berlioz, le sirvió para calentar motores. Puso en juego su colosal técnica, aplicándola a una construcción estructural bien armada, como en el compositor francés es habitual, y aparentemente sin esfuerzo fue levantando un edificio musical sólido y sin aristas, capaz de despertar la admiración aunque más difícilmente el latido emocional.
Las sinfonías de Schumann son otra historia y no solamente porque tienen alma. O un romanticismo de primera generación que hace complicado encontrar el estilo. Son una prueba de fuego para cualquier maestro de la batuta, situadas como están en ese terreno de la fragilidad, entre Beethoven y Brahms. Fue en ellas donde Simon Rattle demostró su madurez en un abanico de conceptos que van de la medida expresividad al gusto por los contrastes de ritmo y color.
ORCHESTRA OF THE AGE OF ENLIGHTENMENT
Director: Sir Simon Rattle. Obras de Héctor Berlioz -obertura de 'El rey Lear'- y Robert Schumann - sinfonías Segunda y Cuarta-. Ciclo Sinfónico Caja Madrid. Auditorio Nacional, 16 de diciembre.
Simon Rattle enamora con su brío y su sentido rítmico
Rattle se encuentra a gusto con la Orchestra of the age of enlightenment. También, por supuesto, con la Filarmónica de Berlín, y en su día con la de Birmingham. La primera le permite el contacto directo con el sonido de época, con la aproximación historicista. La segunda le facilita el diálogo con la perfección de un mecanismo de relojería musical sin parangón. En la tercera, era el ardor juvenil del aprendizaje lo que predominaba. Rattle es un cocinero musical fuera de serie porque vuelca en cada agrupación lo más emblemático de las otras.
Y así, ayer, aplicó la técnica como si tuviese enfrente a los berlineses y el entusiasmo didáctico como si se dirigiese a los de Birmingham. ¿Cuál era la nota diferencial, entonces? Sin duda, la personalidad del sonido. Y así, pongamos por caso, un movimiento como el adagio de la Segunda sinfonía se reveló ante nuestros consternados oídos como algo nuevo, diferente, embriagante, misterioso. Y Schumann parecía más cercano que nunca.
Evidentemente Simon Rattle enamora. Con su brío, su desenvoltura juvenil, su sentido rítmico, su alegría de hacer música. Con la Orchestra of the age of enlightenment consigue unos resultados tal vez no tan perfectos como con la Filarmónica berlinesa, pero en ocasiones mucho más emotivos.
Ayer, escuchándoles, recordé las dos veces que anteriormente Rattle más me había emocionado y sorprendido y las dos había sido con esta orquesta. En 1991, en el Festival de Glydebourne, haciendo Mozart, y en 1999, en el Festival de Salzburgo, con Rameau. Bien, ayer se repitió el maravilloso milagro. Pero, ojo, a Schumann es muy difícil cogerle el punto. Y este bandido de pelos revueltos resolvió los múltiples problemas técnicos y estilísticos con tal desparpajo que únicamente queda rendirse a su manera de hacer y disfrutar con ello. Hoy se repite la historia en Valencia. No se lo pierdan.
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