La niña que torturaba a las muñecas
La policía conoció el brutal maltrato a Alba por el relato de su hermanastra - La pequeña Maite reproducía en sus juegos las agresiones que cometió su padre
La pareja acusada de maltratar a Alba, la niña de siete años que nunca más podrá hablar y que con suerte algún día volverá a caminar, siguió ayer impasible la vista que se sigue en su contra en la Audiencia de Barcelona. Ana María Cano, la madre de Alba, pelo rubio suelto, anorak lila, pantalones azules y manos metidas entre las piernas, siguió con la mirada perdida las declaraciones de los diferentes testigos que comparecieron en la sala. Su compañero, Francisco Javier Pérez, acusado de infligir la paliza fatal, pareció más atento y se mostró curioso cuando su ex mujer, Montserrat, hizo una estremecedora declaración al revelar que Maite, la niña de ambos, jugaba con sus muñecas a reproducir las torturas que su padre cometía sobre Alba: la ataba a una silla, le tapaba la boca y le hacía beber agua con una jeringuilla.
Alba sólo dice un puñado de palabras. No tendrá una vida normal
"Se ríe mucho. Es muy presumida", dice el padre de su hija incapacitada
Montserrat explicó que su hija nunca le había contado nada hasta que un día lo soltó espontáneamente en la comisaría. Ocurrió cuando Pérez denunció a Montserrat por robo, y ella acudió al interrogatorio acompañada de su hija. "Fuimos a declarar, y entonces la niña le dijo a la policía que su padre sentaba a Alba en una silla, le precintaba la boca, le daba agua con una jeringuilla y la dejaba desnudita en el balcón para castigarla", describió. "Luego me explicó que no me contó nada por miedo a que su padre me hiciera lo mismo a mí". Con su maletín de médicos de juguete, Maite repetía con las muñecas los malos tratos de su padre sobre Alba. "Era lo que había visto hacer pero a ella nunca se lo hizo. Mi hija lloraba cuando venía de casa de mi ex. Es verdad que la zarandeaba y le daba cachetes, pero no en exceso; de haber sido así, yo habría puesto remedio antes", dijo tajante la mujer.
Maite tuvo más suerte que Alba básicamente por una razón: su madre recalcó que jamás habría permitido que esos brotes violentos hubieran ido a más con su hija. Justo lo que no hizo Ana María Cano, acusada como su novio de un delito de tentativa de asesinato por el que el fiscal pide para cada uno de ellos 19 años de prisión. Quizá sufra la mujer el síndrome de algunas fieras capaces de permitir que devoren a sus crías antes de perder a sus machos, pero lo cierto es que ayer apenas se revolvió en el banquillo salvo en un momento en que hizo un leve gesto tapándose media cara. Fue cuando una médica explicó que cuando la niña llegó al hospital tras recibir la brutal paliza tuvieron miedo de que sufriera muerte cerebral. Tras ser intervenida, la niña de los ojos grandes, como la describió una psicóloga, salvó la vida, pero ya no volverá a ser la pequeña que hablaba y corría con normalidad. Su edad cerebral se paró para siempre entre los tres y cuatro años.
Bajo custodia de la Generalitat, Alba vive en un centro de menores para grandes discapacitados. "Nunca será una niña normal. Siempre tendrá que vivir con soporte mecánico y asistencia permanente. Va en silla de ruedas y sufre un traumatismo cráneoencefálico importante. Prácticamente no habla", explicó Francesc Xavier Soley, director general de Atención a la Infancia (DGAI) de la Generalitat. "Ahora dice hola, papá, sí, no o Tati, el nombre familiar de mi compañera", detalla Álvaro Luis Caldas, de 49 años, el padre de Alba, un vigués afincado en Ontiñena (Huesca).
Caldas declarará el lunes, y, por su calidad de testigo, no ha podido acceder a la sala de vistas. Mientras tanto, atiende a los periodistas y a las numerosas unidades móviles de televisión plantadas en el Paseo Lluís Companys, frente al Palacio de Justicia. Caldas, que trabaja en una fábrica de cartones, visita dos veces al mes a su hija durante dos horas y media. "Se me hace corto el tiempo. Ella vive en un piso y las reuniones las hacemos en parques y jardines. Alba se ríe siempre mucho. Mi compañera y yo le llevamos juguetes y ropa. Es muy presumida y siempre quiere que le demos rápido la bolsa", explica el hombre, que tiene el sueño de que, de aquí a un año, pueda trasladar a su hija hasta un centro de Huesca para seguir su rehabilitación.
La Generalitat no ha recibido aún la petición formal, pero subraya que Caldas cumple religiosamente con el régimen de visitas y que se estudian todas las posibilidades porque se muestra colaborador y con buena predisposición. Ahora, Caldas quiere que le aumenten el número de visitas a tres, y que la relación se normalice después de que quedaran despejadas todas las dudas sembradas por la madre de Alba sobre su relación con la niña. "Yo he dicho por activa y por pasiva que jamás supe nada de nada", insiste el hombre. "Sé que se están metiendo conmigo, pero la prueba de mi inocencia es que yo estoy en la calle viendo el sol, y ellos, no".
Ayer, durante la declaración de los testigos, se constató que había educadores y psicólogos que sospechaban que Alba sufría problemas desde que estuvo en el Hospital del Vall d'Hebrón en diciembre de 2005, por la fractura de un brazo. El jefe de guardia ya firmó en el informe que había una sospecha de malos tratos. El padre biológico, acusado por su ex mujer, pasó unos días detenido, pero al final quedó libre de cargos. Los servicios sociales empezaron a seguir el caso y tuvieron una serie de charlas con la madre de la niña. "Alba hablaba poco. Parecía que sufría un retraso evolutivo y también del lenguaje", dijo un educador. "Era una niña un poco enfermiza, estaba un poco demacrada. Tenía unos enormes ojos. Todo eran ojos", añadió una psicóloga.
Nadie al final llegó a tiempo. Ni la policía cuando conoció la declaración espontánea de la pequeña Maite, ni los educadores, ni psicólogos, porque Ana María siempre acusaba a su ex marido y nunca a su actual compañero. O decía en el colegio que si tenía demasiados moratones era porque era muy torpe. El hecho fatídico sucedió el 4 de marzo cuando el acusado propinó una brutal paliza a Alba. Pérez le dijo a Ana María y a Maite que esperaran en la calle, y él se quedó en la casa con la niña con la excusa de ponerle una chaqueta. El fiscal describe las agresiones de forma demoledora: "Las numerosas bofetadas y puñetazos le provocaron un traumatismo craneoencefálico que le provocó un hematoma subdural masivo que le causó una hipertensión endocraneal, edema cerebral, su entrada en coma e incluso una parada cardiorespiratoria". Cuando la madre llevó a la niña al hospital, dijo que se había caído de la cama. Nadie la creyó.
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