Patinazo en Detroit
Otra demostración de fuerza republicana complica la supervivencia de GM y Chrysler
El ocaso de la Administración de Bush, tan pródiga en errores de bulto, vivió el jueves un nuevo fiasco: el Senado rechazó el plan de rescate del sector del automóvil, aprobado ya por la Cámara de Representantes, que iba a inyectar 14.000 millones de dólares en las maltrechas cuentas de dos de los grandes grupos del mercado, General Motors y Chrysler. El rechazo en la Cámara alta, instado por los republicanos, deja a ambas compañías -Ford no se acoge a las ayudas- al borde de la suspensión de pagos inmediata. GM, por ejemplo, perdió en 2007 más de 38.000 millones de dólares y ejecutó un plan de 46.000 despidos; Chrysler también inició un recorte de plantilla que afectará a 21.000 empleados.
Tanto Bush como Obama son partidarios de salvar a la industria automovilística. Por su carácter simbólico, por supuesto, ya que GM, Ford y Chrysler concentran una parte importante de la generación de riqueza norteamericana y transmiten la imagen del poder económico del país por todo el mundo. Pero también por la enorme desmoralización que produciría entre los ciudadanos la desaparición de uno de estos grandes emblemas industriales, el terrible efecto sobre el empleo, el coste de los despidos y el impacto sobre la demanda interna de un brusco crecimiento del paro.
La salvación de la industria automovilística debe hacerse con las técnicas propias de un plan de reconversión. Las ayudas deberían condicionarse a reducciones pactadas de empleo y planes de redimensionamiento de la producción. GM, Ford y Chrysler han cometido graves errores estratégicos -por ejemplo, apostar por los modelos grandes todoterreno en un periodo de carestía de la gasolina- y tienen que pagar ahora la factura de pérdidas cuantiosas y ajustes drásticos de producción.
Quizá Bush apruebe el plan, y Detroit consiga el fuelle necesario para sobrevivir al menos durante el próximo trimestre. Cabe la posibilidad, que ya está en estudio, de utilizar parte del paquete de ayudas financieras de 700.000 millones de dólares para la industria automovilística. No tiene sentido que los republicanos echen un pulso a los sindicatos del automóvil, que ya han demostrado su fuerza y pueden aceptar un acuerdo que recorte los salarios de los trabajadores. Mientras, Wall Street se desploma, el resto de las Bolsas mundiales le siguen y puede observarse en carne viva de qué forma la crisis financiera destruye el tejido industrial y crea nuevos incendios cada semana que pasa.
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