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Crítica:DANZA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Delicias y rigores picassianos

Sólo puede calificarse de maravilloso y conmovedor este espectáculo que revisita con rigor y buen gusto las creaciones de ballet de Picasso para el entorno de Diaghilev. Y es una fortuna que Jean-Albert Cartier siga en activo y en la brecha. Europa Danse. Jóvenes Bailarines Europeos es una iniciativa que tozudamente puso en marcha Cartier en 1999 y ha dado muchos frutos y muchos bailarines ya insertados en el tejido profesional de toda Europa. También es de alabar que contara con los conservatorios españoles y sus discípulos. Los telones picassianos son una verdadera sorpresa y el resto de los escenarios demuestra el modo experimental y arriesgado en que el malagueño intervenía sobre el espacio escénico.

PROYECTO EUROPA DANSE

Picasso y la danza: Parade (1917, Eric Satie/ L. Massine); Pulcinella (1920, Stravinski/ Ana María Stekelman); Mercure(1924, E. Satie/ Thierry Malandain); Cuadro flamenco (Beatriz Martín y Ricardo Franco).

Escenografía y vestuarios: Pablo Picasso.

Director: Jean-Albert Cartier. Teatro de Madrid. Hasta el 14 de diciembre.

El programa recorre un Picasso siempre genial, inspirado y de una variedad que rompe todos los moldes y todas las fronteras, desde los trajes de Parade a la soltura del dibujo de los de Mercure. Las revisiones coreográficas de Stekelman y de Malandian se atienen más al eje estético original de Massine y de la época, mientras que Franco y Martín, lamentablemente, no han tenido en cuenta las variantes estilísticas y el dibujo corporal de, por ejemplo, las sevillanas boleras "a la antigua". Sobre el Cuadro flamenco hay mucho material testimonial que permite un acercamiento más minucioso (se echa en falta hasta la famosa peineta de las olas de María de Albaicín). No obstante, el resultado es meritorio y se empasta bien en el conjunto. La plantilla de jóvenes danzantes entra en difíciles metros rítmicos y en exigentes acentos que Satie y Stravinski pautan con fuerza poniendo sobre el tablero de la actualidad la necesidad de la cultura balletística como eje y cimiento del trabajo contemporáneo. Estas obras ciertamente modernas son ya clásicas, es cierto, pero guardan en sí al ser repuestas, una fuerza y unas ideas plásticas y dinámicas de valores no perecederos. Iniciar a los jóvenes bailarines en estos materiales es una escuela impagable; y especialmente con Parade y Mercure entendemos la capacidad de riesgo de aquellos creadores y la idea del ballet moderno como tal.

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