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Columna
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Constante futuro

Nos recuerda Alberto Manguel en su magnífico libro La biblioteca de noche que para los eruditos medievales el presente constante era una de las definiciones del Infierno. Y es infernal la acción de ETA que nos devuelve constantemente al presente de la tragedia, a la actualidad del desgarro personal y colectivo. Porque sufre una nueva familia, y sufre también la sociedad vasca; una gran parte de la sociedad, la mayoría de la sociedad, la inmensa mayoría de la sociedad,... en una frase que crece para significar el rechazo que aumenta, que va a más, pero que aún no es todo. Porque aún hay quienes no condenan la violencia, y aún quienes la producen. "En la unánime noche", escribió Borges y la expresividad de ese adjetivo, su altura poética, ha dado la vuelta al mundo y sigue, aquí y allá, maravillando.

Sólo veo verdadero futuro en la unanimidad social contra el terrorismo

Y no sería la noche para la sociedad vasca, sino todo lo contrario, significaría el día, de la manera más rotunda, más luminosa, si la unanimidad en el rechazo de la violencia terrorista fuera la norma. Si pudiéramos ver y decir: se expresa unánime la condena, vive unánime el rechazo a los violentos y a los intolerantes; late entre nosotros, unánime, el respeto por la vida y por todos sus afluentes cotidianos. Porque la unanimidad significaría que la atmósfera social se le ha vuelto al terrorismo irrespirable, que no le queda la menor bolsa de aire. Desgraciadamente, no hemos llegado aún a ese punto; aún tiene aire la violencia, como se acaba de ver en Azpeitia de un modo absoluto, demoledor; pero como se ve también en otros muchos signos, de esos que eufemísticamente se llaman de "baja intensidad". ¿O habría que decir temerariamente? Porque bajar el volumen de un sonido no es alterar su sustancia sino sólo nuestra percepción; sólo es volverlo inaudible o ininteligible, es decir, entorpecer nuestra capacidad de atención y de respuesta. Si el presente constante es el infierno, para escapar hay que construirse un futuro. Y sólo veo verdadero futuro en la unanimidad social contra el terrorismo, y no veo mejor manera de alcanzarla que sembrar pedagogías de tolerancia, de respeto por el otro, de comprensión y disfrute de la diversidad, de principios humanistas, de valores democráticos, por todos los campos de la sociedad, pero fundamentalmente entre los más jóvenes, que son los que tienen más futuro que nadie.

Y quiero unir lo anterior con la noticia de que la consejería de Educación ha preparado un decreto de derechos y deberes del alumnado en el que se castiga el mal uso de las nuevas tecnologías -atentar, por ejemplo, contra la dignidad de las personas grabándolas en vídeo y difundiendo esas imágenes en la Red-, al tiempo que refuerza la capacidad sancionadora del profesorado y de la dirección de los centros. No voy a entrar ahora en el análisis del decreto, pero sí a lamentar que esa consejería no haya aprovechado la ocasión para informarnos de cómo va el desarrollo del Plan de Educación para la Paz y de cómo se articula la presencia y el testimonio en las aulas de las víctimas del terrorismo. Porque entiendo que todo está íntimamente unido, y que un futuro antiinfernal no pasa por (de)construir formas tecnológicas, sino por cimentar fondos éticos. Por sembrar y abonar en los más jóvenes, sin contradicciones y con constancia, el rechazo unánime del terrorismo y la violencia.

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