Brujería
Pongamos que tenemos que decidir con qué invento de esta última hornada nos quedamos. Hay que decidir uno. Yo creo que me decantaría por Intenet. Es uno de esos inventos a los que te acostumbras, forman parte de tu vida y no les prestas demasiada atención, como pasa con la lavadora o con el inventazo de abrir un grifo y que te salga un chorro de agua (esto todavía consigue fascinarme). Pero es que Internet ha cambiado tanto nuestras vidas...
Echando la vista atrás, me acuerdo de aquella época prehistórica en la que se podía perder un manuscrito en un taxi; cuando ahora el perderlo todo es tan fácil como darle al botón equivocado. Y también me acuerdo cuando compré aquel gran invento que fue la máquina de escribir eléctrica. Hasta tenía un tippex incorporado que borraba -de aquella manera- todo lo borrable. Y qué alucine cuando vi el primer ordenador de sobremesa; ése que entre que lo encendías y se ponía en marcha te daba tiempo para echar una siesta.
Los de mi quinta somos casi de la generación de la vida en blanco y negro. Y hemos conocido (o no sé si debería decir "hemos sufrido") en carne propia el cambio de vida que ha supuesto la informática, sobre todo porque hemos tenido que aprender a sopapos. Como aquel hombre que vi delante de un cajero automático, pidiéndole a la máquina, muy clarito: "MIL PESETAS, MIL-PE-SE-TAS". O como mi abuela, a la que un día encontré buscando disimuladamente debajo de la alfombra el cable que conectaba el mando del televisor a la tele. Y es que estas brujerías cuesta entenderlas. Pero esta curiosidad por el mando se pierde cuando tienes un microondas e intentas entender cómo calienta. Lo que a su vez te parece una tontería cuando tienes un móvil de última generación. Y ya cuando te pones a hablar a través de la web-cam con alguien que está en la otra parte del mundo, ahí ya empiezas a filosofar sobre la carestía del pan. De qué si no.
Pero, paso a paso, hemos conseguido internetizarnos. ¿Y ahora quién es el guapo que es capaz de vivir sin la conexión? A mí que no me miren. Porque puedes comprar entradas (algo más caras, eso sí) o viajes, encontrar libros descatalogados y esas películas raras que no hay en la videoteca de la esquina, mirar el diccionario, chatear (esto sí que no he conseguido hacerlo nunca), encontrar manuales de choriceo, ver vídeos impresionantes, encontrar a los amigos de la infancia o recibir esos mensajes tan indescriptibles sobre lo hermosa que es la amistad, convocar un apagón (aunque no funcione del todo muy bien), te pueden enseñar a bailar (esto el que sabe, claro) y ¡hasta puedes ligar! Definitivamente, Internet es una pasada.
Pero en poco tiempo todo esto que nos parece un gran adelanto será prehistoria. Menos mal que siempre nos quedará el sexo. Esto sí que lleva años inventado, y ahí sigue. ¡De qué si no estaríamos hablando de Internet!
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.