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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Caos en Tailandia

Tailandia está al borde del precipicio, disyuntiva entre un nuevo golpe militar o los enfrentamientos fratricidas en las calles, que ya se están cobrando vidas. La crisis política nunca desactivada, que comenzó a ritmo lento hace cuatro años, ha adquirido una dinámica imparable que amenaza con dinamitar los fundamentos mismos de la todavía llamada tierra de las sonrisas. En medio del caos callejero en Bangkok, cuyo aeropuerto permanecía ayer ocupado por las turbas, el primer ministro Somchai Wongsawat, elegido democráticamente, ha rechazado la inadmisible conminación del jefe del Ejército, general Poachinda, para que dimita y convoque elecciones anticipadas.

Este escenario de golpe de Estado es el resultado de la estrategia desesperada de la extrema derecha realista, representada por la antigubernamental Alianza Popular para la Democracia. La Alianza dice defender en las calles la corona (la figura del silencioso rey Bhumibol es venerada religiosamente) frente a los manejos supuestamente republicanos del ex primer ministro Thaksin Shinawatra -en el exilio tras ser depuesto por los militares en 2006- y de sus aliados, encabezados por su cuñado y actual jefe de Gobierno, que regresaron al poder en las elecciones del año pasado.

En Tailandia, mediante una política de banderías en la que no hay líderes inocentes, pero sí legítimos, se está ventilando un largo pulso entre la élite tradicional, palaciega, y el populismo que representan Shinawatra y los suyos, favorito de las masas rurales. Caiga o no el Gobierno intimidado por los espadones, el caos que sacude el país se ha cobrado ya un decisivo peaje en sus dos activos básicos: su imagen como paraíso de los negocios y del ocio en Asia (el 7% del PIB). El absoluto desgobierno se produce mientras las exportaciones se desploman, el turismo está al borde del colapso y el desempleo no deja de crecer.

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