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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Un 'mosca' en la puerta

En este país, la memoria histórica parece algo exclusivo de los muertos. Remover fosas y discutir placas o monumentos parece haberse convertido en el único objetivo de una ley que llegó tarde y timorata. No obstante, todavía existen lugares donde esa memoria sigue viva y a gran altura del suelo. Ése sería el caso de un rincón medio escondido del Raval; una simple puerta metálica de la calle de Guifrè que luce la inconfundible silueta de un mosca, un caza ruso de los que combatieron durante la Guerra Civil.

Estamos en la sede de la Asociación de Aviadores de la República. Apenas dos pequeños bajos, atestados de maquetas de aviones, fotografías y una treintena de veteranos que mantienen vivo el recuerdo de una época de tragedias y heroísmo. Su presidente, Antonio Vilella, tuvo hace poco su particular momento de gloria, al participar en el desfile del 12 de octubre como representante de la aviación republicana. Y en su lista de asociados hay personajes de la talla de Francesc Vinyals, el piloto que derribó al as de la aviación sublevada -el capitán Carlos Haya-, durante un combate sobre Teruel en febrero de 1938; y de Simón Fiestas, coronel retirado de 90 años, con el que hemos podido conversar. Este viejo aviador, nacido en Terrassa, formó parte del Grupo 26 -conocido como Los pingüinos-, una de las últimas unidades en activo al terminar la guerra que, a finales de marzo de 1939, tuvo la osadía de hacer frente a la escuadra franquista que se dirigía a tomar Cartagena. A todos ellos se les reconoció su grado de oficiales del Ejército español tras la vuelta de la democracia. Aunque no pueden olvidar la humorada de que -al terminar el conflicto- las nuevas autoridades les juzgasen por "rebelión militar".

A finales de marzo de 1939 el Grupo 26 se enfrentó con la escuadra franquista que se dirigía a tomar Cartagena

Esta asociación fue creada en 1978, en un local del paseo de la Circunvalación. Hasta que -a principios de la década de 1990- se trasladaron a este modesto enclave, desde el cual siguen fomentando el encuentro con los supervivientes y sus familiares; como el que se celebra cada año frente al monumento que tienen en Gandesa, o el reciente homenaje a Nikolai Andreevich Voloshenko -un piloto soviético muerto en la localidad de La Sénia- al que asistieron representantes de la embajada rusa. También está entre sus proyectos la realización de réplicas de viejos aparatos. Como se lamentan, si no hubiese sido por la inquina de la dictadura hoy en día podríamos disponer de una de las mejores colecciones de aviones militares de toda Europa. En vez de eso, un grupo de jubilados, con sus propios medios y sus propias manos, reconstruyeron en 1991 un caza soviético que actualmente luce en el Museo del Aire de Cuatro Vientos.

En la actualidad, sus principales objetivos se centran en crear un centro de documentación en Santa Margarida i els Monjos, con todo el material que conservan. Y hacer un museo en La Sénia, donde se está construyendo un Polikarpov I-16 -el célebre mosca-, que contará también con los restos de un Messerschmitt 109 encontrado durante las recientes obras realizadas en el aeropuerto de El Prat. La idea es recuperar este viejo aeródromo que fue primero de la caza republicana y después de la Legión Cóndor, y en el que se ha rehabilitado la pista de aterrizaje con las siluetas de dos aparatos de tamaño natural, uno ruso y otro alemán.

Antes de irme, el coronel Fiestas me muestra una fotografía colgada en la pared. En ella aparece con 20 años, junto a sus antiguos compañeros Brufau y Portillo. El porte sigue siendo el mismo, a pesar de las décadas transcurridas. Y eso me hace pensar que tal vez la memoria histórica debería ser algo más que discutir por los muertos. ¿No les parece?

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