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Columna
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Espacios privatizados

En el distrito de Les Corts, en Barcelona, hay una sede a la que acuden la concejal y otros cargos y funcionarios, también ciudadanos, aunque eso importa menos. Pese a que el Consistorio recomienda que la gente se mueva en transporte público, hay una amplia reserva de plazas para aparcamientos de coches privados: no coches oficiales para realizar funciones municipales, sino coches privados de ciudadanos privados, por más empleados públicos que sean. Claro, las plazas no cubren la demanda, según anota R. C., que vive muy cerca y que contempla día a día cómo otros ciudadanos acaban pagando en zonas verdes o azules o aparcamientos de pago. Así es la vida: lo ancho para el cargo público, lo estrecho para el ciudadano.

Pero, anota R. C., que lo que tiene más salsa es ver que justo delante del edificio del distrito hay una plaza reservada para una persona con movilidad reducida, ocupada por un coche que tiene una cartoncillo de empleado del distrito. Este diario acudió un día cualquiera y allí estaba la plaza reservada para un coche con un número de matrícula harto diferente del de la reserva. Eso sí, tenía el cartoncillo oficial de empleado municipal.

Un portavoz del distrito dio cabal explicación: la plaza está anulada y será reconvertida en azul o verde, aún no se ha decidido. ¡Qué cosas! ¿Por qué sigue allí una placa con un número? Los asuntos del Consistorio van despacio, pero "está en proceso". Mientras, no es cierto, contra lo que señalan los sentidos del lector que lo ve a diario, que allí aparquen empleados públicos. El pillado ese día estaba por casualidad, por un asunto urgente, eso sin contar con que no molestaba a nadie porque la persona que necesitaba la reserva de aparcamiento ya no la necesita. Que sólo lo sepan los empleados del distrito y quizá eso dilate que la placa siga allí es pura especulación malintencionada.

Para quejas sobre las administraciones y empresa públicas pueden dirigirse a catalunya@elpais.es a la atención de Francesc Arroyo.

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