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Reportaje:Primer plano

Es tu turno, presidente

Barack Obama debe sacar a EE UU de su mayor crisis desde la Gran Depresión de los años treinta

Hacía tiempo que en Manhattan no se veía tanta gente a la caza de un empleo. Hace unos días, la cola de parados daba la vuelta a la manzana donde se alza el lujoso hotel Pierre, justo enfrente de Central Park. La fila de aspirantes a cocinero, botones o recepcionista se rompió a mediodía, y cientos de personas volvieron a sus casas cabizbajas. Iasia Wilkins advertía de que se veía mendigando si no encontraba pronto un trabajo. Todo un signo de la desesperación en que se encuentran sumidas millones de familias en Estados Unidos por culpa de la crisis.

Si la foto de ese 7 de noviembre en la Quinta Avenida fuera en blanco y negro, parecería tomada del crash bursátil de 1929. Ese mismo día, en Chicago, Barack Obama daba su primera rueda de prensa como presidente electo de Estados Unidos, centrada en la situación de la economía. "No va a ser fácil salir del agujero", dijo el político demócrata. Con esta dramática frase quiso mostrar que es consciente de la cruda realidad económica que afronta el país y poner coto a las enormes expectativas que se tienen puestas en su liderazgo.

Todas las esperanzas están puestas en la política fiscal
Una de las prioridades es apostar por las energías alternativas
La tasa de paro alcanza ya el 6,5%, su nivel más alto en 14 años
Todo indica que la recesión será severa y durará al menos hasta primavera
Pocos presidentes han llegado al cargo con una situación tan complicada
Obama aún no ha desvelado qué hará para simplificar la supervisión
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Iasia Wilkins forma parte de una cola simbólica de más de diez millones de parados, una cola a la que se sumaron 800.000 personas sólo en el mes de octubre. La tasa de paro alcanza ya el 6,5%, su nivel más alto en 14 años, y podría superar el 8% a final de 2009.

Todo indica que la recesión será severa y prolongada. La primera economía del mundo se contrajo una décima en el tercer trimestre, pero se anticipa que la caída se agravará a un ritmo del 3,5% anual en los últimos tres meses del año. Y la actividad continuará en la zona roja en el arranque de 2009, como mínimo, hasta la primavera.

"Necesito realmente un trabajo", era la frase más repetida entre el millar de personas que acudió al Pierre. EE UU lleva meses atrapada en una espiral que gira en torno al derrumbe del mercado inmobiliario y las restricciones en el crédito. La "hemorragia" que afecta al empleo, como la califica Obama, afecta de lleno a la confianza de los consumidores y a su capacidad de compra. Basta un dato para demostrarlo: las ventas de coches cayeron en octubre al nivel más bajo desde la primera guerra del Golfo, hace 17 años.

Pero ni siquiera hay que fijarse en las compras que necesitan de ayuda financiera, como las de automóviles, para constatar que a las familias estadounidenses no les salen las cuentas para llegar a fin de mes. Las estrecheces y la desconfianza explican que las mayores cadenas comerciales registraran caídas en las ventas el mes pasado. Incluso las de descuento, como Walmart y Costco, sienten el deterioro a pocos días del inicio de la temporada de compras navideñas. En Best Buy, la mayor cadena de tiendas de electrónica, dicen que nunca antes vieron nada igual. Y a su rival Circuit City las cosas le van peor: la cadena se acaba de declarar en bancarrota.

El consumo es responsable de dos terceras partes de la economía estadounidense. Si las familias consumen menos, la actividad industrial también se ve atrapada en la espiral, en el círculo vicioso que atenaza la economía. El índice manufacturero cayó en octubre al mínimo de los últimos 26 años. Nadie se libra de la quema: también está en caída libre la actividad en el sector servicios, que se encuentra seis puntos por debajo a lo que se considera una fase de contracción de la economía.

"Los datos indican que la recesión gana fuerza", según Goldman Sachs. "Aún no hemos visto realmente el impacto de la pérdida de empleo en el consumo", advierten desde Merrill Lynch.

La degradación de la economía y las medidas adoptadas para suavizar la recesión, sumadas al elevado coste militar de las guerras en Irak y Afganistán, están disparando el déficit público, que en el ejercicio fiscal 2009 podría tocar el billón de dólares (un 7% del producto interior bruto). La balanza comercial ha mejorado gracias al repunte de las exportaciones, pero el fantasma de la recesión global puede privar a EE UU de este sustento.

Éste es el oscuro legado que hereda Barack Obama, derivado de la peor crisis financiera desde 1929. Goldman Sachs anticipa que el nuevo presidente tendrá que encarar la recesión más grave desde Ronald Reagan, cuando la economía se contrajo a un ritmo del 4,9% anual en el cuatro trimestre de 1981 y del 6,4% en el primero de 1982, por la agresiva política monetaria que Paul Volcker -hoy consejero de Obama- llevó a cabo en la Reserva Federal para combatir las tensiones inflacionistas.

La elección del senador por Illinois traerá consigo un cambio profundo en la política de los ochos años de mandato del presidente George W. Bush. Se espera que el liderazgo de Obama contribuya a dar con la fórmula para salir de una crisis que es ya global. Los estadounidenses hablaron alto y claro el pasado 4 de noviembre en las urnas. Pero ¿cuándo será capaz Wall Street de ver el futuro sin miedo? ¿Y cuándo retomará el ciudadano la confianza en sus ingresos y las empresas en los beneficios?

Pocos presidentes en la historia de Estados Unidos llegaron a la Casa Blanca con una situación económica tan complicada. Los expertos de la firma de análisis Global Insight advierten de que la coyuntura actual ejercerá una presión enorme a la hora de definir la agenda política del nuevo inquilino de la Casa Blanca y de configurar su equipo. Y el problema, como señalan desde Chapin Hill Advisors, es que "no hay dinero para solucionar tantos problemas a la vez".

"Llevó años llegar a esto. Y llevará tiempo resolverlo", advierten los expertos de JPMorgan Chase. En el mundo de las finanzas suelen ser más pragmáticos que idealistas a la hora de analizar las consecuencias del efecto Obama. "Quizá traiga un poco de confianza, pero los problemas son evidentes y de difícil solución", señalan en Lloyds TBS. Obama ha sido el primero en advertir que los problemas quizá no se resuelvan en su primer mandato.

Frederick Mishkin, profesor de la Universidad de Columbia, cree que al político demócrata le toca afrontar una coyuntura más difícil de gestionar que la Gran Depresión de los años treinta. La lista de retos es larga: un sistema financiero roto, una red de infraestructuras obsoleta, la amenaza del cambio climático, un público deprimido por la merma económica y dos guerras... Para empezar a restaurar la confianza, en PNC Wealth Management creen que Obama debe designar a un secretario del Tesoro "competente". Hacer un nombramiento potente, según Qorvis Communications, tendrá un "efecto psicológico" para empezar a mover las cosas, especialmente después de los errores, titubeos y fracasos de Henry Paulson, el actual responsable de la cartera, que ha ido rectificando sobre la marcha su plan de rescate del sector financiero.

Las mentes del equipo económico de transición están estudiando el primer mandato de Franklin D. Roosevelt y debatiendo sobre la manera de lanzar un nuevo New Deal, el plan económico que el presidente, demócrata como Obama, puso en marcha en 1933 para hacer frente a la Gran Depresión. Y muchos analistas creen que, dadas las circunstancias, la nueva Administración seguirá la doctrina progresista, favorable a una mayor regulación, al aumento del gasto y al recorte de las desigualdades sociales.

La idea original de Obama va más allá del deseo de romper con las políticas de George Bush. El demócrata quiere acabar con la filosofía del capitalismo ultraliberal profesada desde Reagan. El presidente electo mira al modelo de economía social de mercado de Europa. "Madres, no dejéis que vuestros hijos crezcan para ser vaqueros ricos. Es tiempo de repartir la riqueza", dijo durante la campaña. El caos en Wall Street le ayudó a que calara el mensaje para esta reprogramación.

Todas las esperanzas están puestas en la política fiscal. La monetaria se está mostrando insuficiente para salir de la crisis. La Reserva Federal bajó los tipos de interés en octubre al 1%, su nivel más bajo desde la recesión de 2001. Hace un año estaban en el 5,25%. Se trata de un recorte aún más pronunciado que el acometido para escapar del estallido de la burbuja de las puntocom, en los primeros años de la presente década. Y no se descarta, incluso, que se coloquen en el 0,5% antes de que acabe el año, con lo que se entraría en una situación que no se ve desde la década de los años cincuenta del pasado siglo.

El banco central estadounidense habrá agotado así prácticamente toda su munición para hacer frente a un agravamiento de la crisis o un escenario deflacionista. Y con la política monetaria tan cerca del límite cero, Wall Street cuenta con que habrá un segundo paquete de incentivos fiscales al crecimiento, que incorporaría medidas para combatir el paro por la vía de un incremento de la inversión en infraestructuras y energías renovables.

"Es una necesidad urgente", afirman desde Capital Economics, que recuerdan que el paquete fiscal de 168.000 millones adoptado en primavera tuvo un efecto temporal y limitado. La cuantía no está aún fijada, pero podría ir desde los 200.000 millones de dólares hasta el medio billón. Obama dijo tras las elecciones que si el paquete no es aprobado antes de que llegue a la Casa Blanca, lo convertirá en su máxima prioridad.

Mientras el Congreso perfila los detalles de los nuevos estímulos fiscales, el Tesoro sigue trabajando para resucitar el sector financiero y dar respuestas coordinadas a la crisis con otras economías del planeta. El papel de Obama se espera que sea indirecto mientras Bush esté al mando. Es significativo que haya renunciado a acudir a la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno del G-20 de este fin de semana para tratar la crisis financiera. Pero el nuevo presidente prepara ya las medidas para después de su toma de posesión, el próximo 20 de enero.

El péndulo se mueve hacia el terreno de una mayor regulación para garantizar la estabilidad del sistema financiero y evitar una nueva catástrofe. Obama defiende una reorganización del régimen, pero no ha aclarado aún qué agencias deberían eliminarse o fusionarse para simplificar la supervisión. También busca una mayor transparencia y que se sancione a las entidades que manipulen el mercado.

Desde Nomura Securities sostienen que para hacer bien las cosas el proceso deberá ser "largo" y "cuidadoso". Y ahí está precisamente el riesgo para Obama, porque como explican los expertos del banco se tienen muchas expectativas puestas en los míticos 100 primeros días de Gobierno del nuevo presidente. Por eso se pide paciencia, "porque puede ser muy valiosa estos días".

El profesor Mishkin recuerda que una mayor regulación puede ayudar a prevenir situaciones como la de hoy. Y pone como ejemplo la legislación adoptada tras la crisis bancaria a finales de la década de 1980. "Si está bien hecha, ayudará a crear un sistema financiero más sano y que funcione mejor". Pero advierte que sería un error que se diga a las empresas cómo deben funcionar. "Sólo hay que incentivarlas a que hagan las cosas bien", sostiene.

El elevado coste del plan de rescate financiero y de las medidas para atenuar la recesión requerirá, según los analistas, de un nuevo cálculo del plan fiscal de Obama. Fue el pilar central de su campaña y donde concentró toda su carga contra la política de Bush. La idea es reducir los impuestos a la clase media (con entre 47.600 y 66.400 dólares de ingresos), elevando la carga fiscal para las rentas más altas (más de 200.000 dólares), del 35% actual al 39,6% que había antes de que Bush llegara a la Casa Blanca.

El presidente electo también quiere subir los impuestos a empresas, especialmente a las compañías que "exportan" empleos fuera de Estados Unidos, y a las ganancias de capital. Pero esta medida no causa entusiasmo tras el desplome de las bolsas y del precio de la vivienda. Incluso el presidente del comité financiero de la Cámara de Representantes, el demócrata Barney Frank, llegó a decir que no es buena idea subir impuestos en este momento.

Para salvar a la economía de una recesión profunda, hay dos sectores, al margen del financiero, que concentran las preocupaciones: el inmobiliario y el del automóvil.

Para empezar, hay que salvar a Detroit. El sector del automóvil está en plena implosión y se teme por el futuro de General Motors, Chrysler o Ford. La quiebra de una podría arrastrar con ella millones de empleos. Barack Obama indicó tras su elección que esta industria es vital para la economía. La Casa Blanca se niega hasta ahora a permitir al sector el acceso a los fondos del plan de rescate de Wall Street y condiciona cualquier acción a su viabilidad.

James Galbraith, de la Universidad de Tejas, insiste en que el fin de la crisis pasa sobre todo por estabilizar el mercado de la vivienda, que está en caída libre después de dos años de una fuerte corrección que tomó cuerpo en California, Nevada, Arizona y Florida, y que salpica ya a todo el país. Se calcula que 7,6 millones de propietarios están hundidos en deudas superiores al valor del inmueble que las respalda. Y a ellos podrían sumarse otros 2,1 millones.

JPMorgan Chase, Citigroup, Bank of America y las hipotecarias semipúblicas Fannie Mae y Freddie Mac ya están modificando los términos de los créditos para evitar que los propietarios con problemas pierdan sus casas, contener la ola de desahucios y frenar así el desplome en el valor de la vivienda. El nuevo paquete de incentivos podría incluir medidas que alivien la situación de las familias hipotecadas. Obama quiere que haya una intervención más directa en la negociación de los términos de los préstamos

Hay todavía muchas cuestiones en el aire que Obama debe aclarar. Lo que pase durante las próximas semanas condicionará el arranque de su mandato. Pero lo que tienen claro los analistas es que las prioridades políticas a largo plazo de la agenda demócrata, como el controvertido debate sobre la reforma sanitaria, deberán esperar hasta que la situación se estabilice.

Ésta fue otra de las prioridades del programa electoral del presidente electo, quien prometió implantar un sistema similar al de Massachusetts, que ofrece una cobertura sanitaria casi universal y por el que se incentiva a las empresas que aseguran a sus empleados. Pero como señalan desde Brookings Institution, el asunto es de tal complejidad que se hace difícil pensar que se pondrá sobre la mesa en los primeros 100 días de mandato.

La aritmética no perdona al analizar el reto fiscal a largo plazo de este debate y las cifras no cuadran al cruzarlas con el elevado déficit público. Obama está obligado a meterse de lleno en un terreno dominado por los intereses de los lobbies. Sí es posible que se empiece a abordar la necesidad de ampliar los programas de seguro médico a los niños y también la reforma del sistema de pensiones.

Otra de las prioridades del programa de Obama es poner más énfasis en el uso de energías alternativas para reducir la dependencia de petróleo importado. Con ese objetivo se propone invertir 150.000 millones de dólares en el plazo de una década y crear cuatro millones de "empleos verdes". Parte de esa inversión se financiaría con un programa de subasta de emisiones de deuda.

Otro de los puntos que deberá aclarar Obama es su política comercial. Durante la campaña, el presidente electo lanzó mensajes proteccionistas. Fue crítico con el acuerdo firmado con Colombia y se mostró dispuesto a revisar el Tratado de Libre Comercio con Canadá y México para incluir cláusulas laborales y medioambientales. El American Enterprise Institute teme que la Administración demócrata se vea tentada "a dar a los sindicatos todo lo que piden" para proteger los empleos en Estados Unidos e introduzca medidas que resten competitividad a las empresas exportadoras en un mercado global.

Grandes esperanzas y grandes interrogantes. Los economistas más cercanos al Partido Demócrata reclaman insistentemente una acción fiscal decidida contra la crisis, pero está por ver el modo en que ésta se concreta. Standard & Poors tiene puestas sus esperanzas en el hecho de que la Casa Blanca y el Congreso de Estados Unidos compartan el mismo color político. Y eso en principio también gusta a Wall Street porque da cierta armonía al proceso. Aunque advierten de que lo ideal sería que los demócratas trataran de lograr el consenso de sus rivales republicanos al sacar adelante un plan para sostener la economía.

Peter Tanous, coautor de El fin de la prosperidad, lamenta que no haya un plan consistente de ataque contra la crisis, y que la filosofía de libre mercado de los republicanos choque con el intervencionismo de los demócratas. Asimismo, rechaza la noción de que Obama pondrá de rodillas al capitalismo. "Lo que habrá son nuevas reglas para garantizar que las cosas no se vayan de las manos", afirma.

Lawrence Mishel, presidente del EPI, cree que los estadounidenses están más abiertos a una "intervención cuidadosa y efectiva del Gobierno", y da por muerta la filosofía conservadora dominante en los últimos años. "Ahora es posible construir una economía que comparta más la prosperidad". El reto será diseñar políticas que restauren la confianza en Washington y que sean efectivas para reanimar una economía que recibirá al nuevo presidente en plena recesión. -

Obama, en el avión que lo llevó el lunes a Washington para reunirse con Bush.
Obama, en el avión que lo llevó el lunes a Washington para reunirse con Bush.ASSOCIATED PRESS
Un demandante de empleo espera su turno en una oficina de Gwinnett (Georgia).
Un demandante de empleo espera su turno en una oficina de Gwinnett (Georgia).BLOOMBERG

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