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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

¿Buteflika vitalicio?

El presidente argelino ha hecho cambiar la Constitución para eternizarse políticamente

Si nunca es irrelevante lo que sucede en un país vecino, lo es menos cuando se trata del mayor exportador africano de gas y, si se cumple el guión establecido, suministrador del 50% del que consuma España a finales de 2009. Y lo que ocurre en ese país vecino, Argelia, es que su veterano y autocrático presidente, Abdelaziz Buteflika, ha hecho cambiar la Constitución para tener opción a presentarse a un tercer mandato, que, a los 71 años, le mantendría en el poder hasta 2014.

Los usos democráticos no están afianzados en Argelia, formalmente un sistema parlamentario. Así que, dada la total irrelevancia opositora, la propuesta de Buteflika de eliminar de la ley fundamental la prohibición de eternizarse en el poder ha sido masivamente aprobada esta semana -eso sí, a mano alzada- en una sesión conjunta de la Asamblea Nacional y el Senado, donde su coalición tripartita domina abrumadoramente. El presidente no ha desvelado si se presentará a la reelección en abril próximo, cuando acaba su segundo mandato, pero no parece excesivo suponerlo sabiendo que considera un "día de gloria" para su país el miércoles 12 de noviembre. Buteflika, sin embargo, prefiere no arriesgarse a conocer el veredicto de sus 34 millones de compatriotas sobre una medida que, por si acaso, ha decidido no someter a referéndum.

Argelia, como todos los grandes productores de hidrocarburos, ha conocido en los últimos años el maná de los precios imparables. Pero esos ingresos astronómicos no se han reflejado en un cambio serio de la situación para sus habitantes. Los argelinos siguen teniendo muy pocas oportunidades de trabajo, sus viviendas son malas y escasas y la gran mayoría de sus jóvenes están hartos de que una petrificada y con frecuencia corrupta nomenklatura, que hizo la guerra contra Francia, siga mandando y lucrándose bajo el paraguas de los todopoderosos generales. Por eso se apuntan por miles a huir hacia Europa. La apatía política ensancha el foso entre la clase dirigente y un país real que intenta zafarse de un reciente pasado sangriento, en el que la lucha contra el fanatismo islamista se ha cobrado al menos 150.000 vidas.

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Lo que menos necesita un país joven y potencialmente rico como Argelia -tercera economía africana- es la perpetuación de una clase política oscura y distante; incapaz, como muestra la experiencia, de satisfacer las expectativas mínimas de una población maltratada.

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