Una familia en venta
Tras la muerte de una persona, a los que se quedan se les abre el camino de los recuerdos. Tras la muerte de una persona, a los que se quedan también se les abre el camino hacia el mercadeo. ¿Qué pesa más, el inmaterial legado de lo vivido o el material legado de lo heredado? ¿Qué pesa más, la memoria de un momento de paz, ilusión, alegría o éxtasis en una esquina de la casa familiar, o el dinero de la venta de esa esquina del hogar? ¿Se pueden conjugar afectivamente ambos legados? El interesantísimo director francés Olivier Assayas reflexiona sobre éstos y otros muchos temas relacionados con la herencia familiar en la excelente Las horas del verano, película de apariencia sencilla y complejo entramado, de exposición sutil y discurso desesperanzador. Una obra mayor, contenida en una aparente pieza de cámara, con muy pocas secuencias, ambientada casi exclusivamente en un único escenario y filmada por una cámara ágil que se torna en nerviosa conforme las prisas de la vida cotidiana van triunfando sobre el sosiego de los recuerdos.
LAS HORAS DEL VERANO
Dirección: Olivier Assayas.
Intérpretes: Charles Berling, Juliette Binoche, Jérémie Rénier, Edith Scob.
Género: drama. Francia, 2008.
Duración: 103 minutos.
Abierta a mil interpretaciones, pero trascendente desde una rigurosidad expositiva que prefigura la personal visión del autor, Las horas del verano puede parecer a simple vista un ajuste de cuentas con la actitud de las nuevas generaciones con respecto al arte y a la vida. Sin embargo, por muy plácida que pueda parecer la visión de la madre, o por muy canallesca que pueda resultar la actitud de algunos de los hijos (y nietos), no todo es lo que parece. La estatua rota de Degas guardada en una bolsa de supermercado y el armario de diseño de principios de siglo utilizado como alacena son una muestra de que, al final, quien más quien menos, sólo guardará en su recuerdo el haber compartido durante un tiempo aliento y sonrisas.
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