"Queremos vivir tranquilos"
Ciudad de Santo Domingo, con 250 familias, gana el pulso del ruido a AENA
Ayer los aviones de Barajas no volaban en configuración sur. En Ciudad de Santo Domingo, una urbanización en la que hay 250 viviendas unifamiliares de Algete, se escuchaban los pájaros. Poco más: coches, prácticamente no pasan. También se oían los más variados timbres de teléfonos móviles. Todos recibían la noticia: el Tribunal Supremo había estimado el recurso de cinco vecinos de la urbanización mediante el que consideraban vulnerados el derecho a la intimidad del domicilio por el ruido del aeropuerto de Barajas.
Llamada a llamada, los vecinos conocían que, según la sentencia, el ruido es, "suficiente, por su entidad, naturaleza y duración, para generar molestias más allá de los límites aceptables". No sólo eso: la sentencia obligaba a Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea (AENA), dependiente del Ministerio de Fomento, a indemnizar a los afectados por el ruido con 6.000 euros y a adoptar "las medidas necesarias" para que cese "la causa de la lesión".
"Yo no era así, el ruido me ha vuelto histérica", relataba una vecina
Isabel, en su caserón de la avenida del Monte, se declaraba histérica. "Yo antes no era así", cuenta, "el ruido me ha vuelto histérica. Llevamos dos días, por casualidad, sin configuración sur y para mí ya es el paraíso". En varias ocasiones ha tenido que acudir de urgencia al hospital La Paz por subidas de tensión y ataques de ansiedad. "Los cristales vibran. A las siete de la mañana, cualquier día me despierta un avión. Por la ventana del dormitorio, lo veo venir, enorme, y parece que se va a meter entre mi marido y yo. Nos hace sombra. El ruido es insoportable y la inseguridad, completa". "Es una tortura", añade, junto a ella, su esposo, que fue piloto comercial hasta jubilarse. "Un pico de decibelios cada dos o tres minutos, y vuelta al silencio. Otro pico, es como un goteo en los oídos. Así, durante años y sabiendo que, por otra pista, no nos sobrevolarían". Ambos construyeron la casa, en un terreno que entonces estaba en mitad del campo, hace más de 30 años. "Por aquí no pasaban aviones", recuerdan. Hasta la ampliación de Barajas.
Para Félix González, el abogado que ha llevado la causa de los vecinos, es una sentencia pionera. "Tiene dos aspectos muy innovadores", explica. "El primero, entender que un elevado nivel de ruido supone una lesión a los derechos fundamentales, como los derechos a la integridad física y a la intimidad". La sentencia, sin embargo, sólo reconoce que se ha vulnerado el derecho a la intimidad del domicilio. "El segundo aspecto, que responsabilice a AENA y Fomento de ello", aseguraba. Sólo cinco vecinos, de los más de 250 familias que viven allí, constaban en el recurso que ha estimado el Supremo. Según explicaron los litigantes, tomaron esa decisión para que, si perdían, pudieran asumir los costes.
Francisco Canovas, de 67 años, es uno de ellos. Vive en la urbanización desde 1986. Fue su mujer, María del Carmen, quien inició la lucha. "Estaba entregada", recuerda Francisco. "Sólo quería que le dejasen vivir con la paz que vivíamos". Francisco enviudó hace apenas un año. "Estoy feliz, porque hemos ganado; pero triste", silabeaba. "Porque ella no está aquí para verlo". Francisco respira hondo. Recuerda las innumerables llamadas que su mujer realizó a AENA. Las concentraciones, las pancartas, las idas y venidas. "Y nadie nos hacía caso", señala. "Lo único que quiero ahora es paz", asegura. "Lo que queremos es que acepten la sentencia, que usen otra pista".
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