Los masones recuperan sus 'papeles'
El Frente Popular de Judea y el Frente Popular Judaico tenían un objetivo común: expulsar al invasor romano de Palestina. Pero no eran la misma cosa y, de hecho, se llevaban a matar. Eso nos lo enseñó, en un alarde de ironía, La vida de Brian. Tampoco es lo mismo, aunque lo parezca -y esto último lo descubrí ayer- la Gran Logia Provincial de Cataluña y la Gran Lògia de Catalunya. Hablamos de masonería, sí. Llamé a la primera asociación pensando que organizaba un acto sobre la recuperación de ciertos documentos confiscados a los masones -uno de los muchos fantasmas de la dictadura de Franco- durante la Guerra Civil y la posguerra. "No, no, nosotros no montamos eso. Somos la logia provincial", subrayó la voz al otro lado del teléfono. "Es cosa de los otros", insiste. ¿Y qué diferencia hay? "Son masones como nosotros, son hermanos... Pero no los conocemos de nada".
Casi 2.700 documentos se usaron como prueba para enviar a miembros de logias masónicas a prisión
Aclarado el entuerto por descarte, llego a la biblioteca pública Arús, en el paseo de Sant Joan de Barcelona. "Está especializada en masonería", me chiva la administrativa. Gracias. Me dedico a buscar, a hurtadillas, símbolos que me conduzcan a una sabiduría superior. Asomo la cabeza para ver si hay un compás o una escuadra, algo. Pero nada: sólo hay libros protegidos por cristales en estanterías de madera resplandecientes. En la entrada, eso sí, hay una reproducción de la estatua de la Libertad que, junto a las lámparas de color verde de la sala de estudio -como las de la Biblioteca del Congreso, en Washington-, le da al lugar un aire muy estadounidense. Más aún cuando el gerente del patronato de la biblioteca, Josep Brunet, afirma que los masones están encantados con el presidente electo de EE UU, Barack Obama, y que incluso una logia formada por negros pidió, formalmente, el voto para él.
Brunet me presenta a Pere Grau, el Gran Maestro -así, en mayúsculas- de la Gran Lògia de Catalunya. Ante lo estentóreo del cargo, me veo tentado a imaginar que, de un momento a otro, un hombre más o menos disfrazado y más o menos misterioso aparecerá por las escaleras de mármol. Pero la realidad, más prosaica, impone su ley. El maestro -que, por cierto, llega con cinco minutillos de retraso- viste traje y corbata. Grau me habla de un proyecto que le entusiasma: la Gran Lògia de Catalunya ha recuperado casi 2.700 documentos que le fueron confiscados durante la Guerra Civil. No es, en sentido estricto, una recuperación, porque los originales seguirán en el Archivo General de la Guerra Civil de Salamanca. Pero la logia sí ha logrado que le envíen reproducciones en microfilm de esos papeles.
"¿Y qué dicen?", le pregunto. Grau evita entrar en detalles porque piensa publicar un libro con todo el material. Pero algo sí dice. "Son documentos internos de reuniones y actas de las logias. Como aparecen nombres y apellidos, estos papeles fueron la prueba para condenar a cientos de masones a penas de cárcel". Así lo dictaminaron, a partir de 1940, los tribunales "para la represión de la masonería y el comunismo", según la jerga franquista. A mucha gente, recuerda Grau, se le hizo pasar por masón sin que lo fuera, sólo para buscarle líos.
El trabajo minucioso de los masones ha permitido localizar los documentos, que serán de acceso público dentro de unos meses. Entre ellos se encuentran algunos muy valiosos. Por ejemplo, las actas de fundación de la logia, el 9 de septiembre de 1933, y la incorporación de "masones ilustres", como el presidente de la Generalitat en el exilio, Josep Irla. "También hay manifiestos rotundos en favor de la República y de la laicidad". La inmensa mayoría son documentos colectivos. Pero ¿qué hay de los personales? Fichas policiales, sumarios... "Eso depende de las familias", dice Grau, muy crítico con la Ley de Memoria Histórica del Gobierno. "Es un tímido avance. Nosotros exigimos la nulidad de todos los procesos judiciales".
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