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Reportaje:

Días difíciles para la Cenicienta

La primera ministra de origen magrebí en el Gobierno francés sufre un fuerte desgaste político

Antonio Jiménez Barca

La adolescente se acerca a un quiosco de periódicos de la Gare du Nord en París y señala a su amiga la fila de revistas con una mueca en la que asoman el hartazgo y la admiración: "Mira, ahí anda esta señora otra vez". Es cierto. Rachida Dati, la carismática y mediática ministra de Justicia de Francia, la mujer de melenita corta destinada a erigirse en símbolo andante de la Francia multiétnica, la (hasta ahora) protegida de Nicolas Sarkozy, ha vuelto a monopolizar las portadas de semanarios y periódicos.

Ahora ya no aparece sonriendo en el vestíbulo del lujosísimo Park Hyatt, hotel de la no menos lujosa Place Vendôme, en el cogollo más señorial de París, sino en primeros planos con la cabeza agachada y los ojos apuntando hacia la nada. La primera ministra de origen magrebí de Francia, nacida en un barrio pobre -de ahí su carácter de icono vivo y de ahí el mote de Cenicienta- embarazada de siete meses, atraviesa su peor momento político: en las dos últimas semanas su ministerio ha hecho agua por todos lados: magistrados de derecha y de izquierda manifestándose con las togas puestas contra su política, un aluvión de suicidios de presos que destapan el precario estado de las cárceles francesas, errores judiciales garrafales que ponen a violadores peligrosos en la calle...

Las prisiones están atestadas. Hay 64.000 presos donde sólo caben 51.000
Sarkozy se aparta de su camino mientras ella rueda cuesta abajo
Posó en revistas, y el empacho de 'glamour' comenzó a minar su imagen
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Hasta Sarkozy ha hecho gestos encaminados a apartarse prudentemente de la ministra que rueda cuesta abajo. Y eso que, en julio de 2007, un mes después de que Dati se convirtiera en la cabeza visible de la justicia francesa, el presidente de la República, ante algunas voces críticas, replicó: "Tiene que triunfar; ella es un mensaje para la Francia diversa y múltiple, el ejemplo de que todo el mundo tiene su oportunidad".

Dati nació hace 43 años en una barriada descarnada de Saint-Rémy, en la provincia de Saône et Loire. Es la segunda de 10 hermanos. Su padre, de origen marroquí, es religioso, trabajador y autoritario; su madre, argelina, nunca aprendió a leer muy bien. Llegaron a Francia como otros muchos magrebíes de los años sesenta, con dos maletas y la dirección de unos parientes.

Dati era buena estudiante, aplicada, ambiciosa. Uno de sus libros de cabecera de adolescente era el Who's Who. Al anular un matrimonio impuesto por su familia se sacudió el destino al que parecía abocada. Estudió leyes y economía. Trabajó de auditora en varias empresas privadas. Se convirtió en juez. Y en 2002 conoció a una persona con un poco más de ambición que ella, destinada a cambiarle la vida por completo: Nicolas Sarkozy, por entonces ministro del Interior.

Dati entró a trabajar en el ministerio como asesora de inmigración, sin mucho peso al principio. Pero en los pasillos del ministerio se encontró a Cécilia Sarkozy y se convirtió en amiga suya. Acostumbraban a salir juntas de compras, a por ropa de marca. "Es más que una amiga, es mi hermana", confesó Cécilia después. Paralelamente a su amistad con la mujer del jefe, comenzaba a escalar puestos. En 2006 era ya la portavoz de campaña de Sarkozy. Y en junio del año siguiente se convirtió en la ministra favorita del nuevo presidente de la República.

Aterrizó en el ministerio con una mezcla de diligencia, apresuramiento, autoritarismo, improvisación y superficialidad, según denuncian las asociaciones de magistrados. También es cierto que muchos de estos jueces la recibieron con displicencia y cierto menosprecio. Comenzó a ocupar portadas de revistas de toda clase. Es entonces, en diciembre de ese año, cuando alcanzó la cúspide de esa frenética escalada mediática al salir en Paris Match: la Cenicienta vestida de princesa rosa de Dior. El capítulo del cuento terminó mal: el modisto la acusó de hacerse la remolona y no devolver los vestidos.

Este empacho de glamour comenzó a minar su imagen. La ex ministra socialista de Justicia Marylise Lebranchu se lo recriminó así: "Lo quiera o no, es la ministra de la desgracia de otros. Y por eso no puede exhibirse así, vestida con la ropa que una vigilante de prisiones no compraría ni con un año de sueldo". La propia Dati reconoció meses después que ese posado fue un error.

El alboroto mediático que levanta siempre esta mujer viró hacia el folletín en septiembre, cuando se filtró que estaba embarazada, que tendría un niño en enero, y se sucedieron las especulaciones para adjudicar la paternidad. Uno de estos rumores llegó a apuntar al anterior presidente del Gobierno español, José María Aznar, que se apresuró a desmentirlo con un comunicado terminante. "Mi vida sentimental es complicada", se limitó a decir Dati.

Las críticas de las asociaciones de magistrados van por otro lado: "A nosotros su vida privada no nos interesa. Lo que denunciamos es su falta de rigor a la hora de abordar las reformas que pregona, sus presiones a los jueces, su autoritarismo: dice que va a consensuar ésta u otra ley con las asociaciones de magistrados y luego no lo hace", señala Emmanuelle Perreux, presidenta del Syndicat de la Magistratura, asociación de jueces progresista.

"Ella lo soluciona con medidas que acaban enviando a todo el mundo a la cárcel; para que no haya delincuencia en la calle. Pero, luego, las prisiones están desbordadas. Y los funcionarios encargados de la reinserción de esos presos no tenemos medios. Las cárceles ya estaban muy mal cuando ella llegó, pero ahora están peor", resume Sophie Desbruyères, del sindicato Snepap-FSU. Los datos se vuelven contra Dati: en las cárceles francesas, con plazas para 51.000 detenidos, se cuentan actualmente 64.000 presos. En el último mes se sucedieron cinco suicidios de presos, elevando la cifra anual a 94.

El 23 de octubre, una protesta masiva de magistrados acabó de cuestionar la política de la ministra. Sarkozy se reunió días después con algunos de los representantes de los jueces sin que durante la primera parte de la entrevista estuviera presente Dati. Algunos interpretaron el gesto como una señal clara de alejamiento entre el presidente y su ministra. Otros van más lejos y aventuran que Dati saldrá del Ejecutivo en la previsible reforma del Gobierno que Sarkozy abordará, al parecer, en enero.

No conviene, sin embargo, menospreciar a Dati ni su popularidad a prueba de bomba: en un reciente programa de televisión tuvo más de un 15% de audiencia, cuatro puntos por encima del primer ministro, François Fillon, que había visitado la misma emisión unas semanas antes.

Con un poco de mala leche, el semanario Le Nouvel Observateur se preguntaba hace dos números: "¿Posará en portada del Paris Match con el niño?".

A esta pregunta hay que añadir otra: ¿será aún ministra la Cenicienta cuando dé a luz?

La ministra de Justicia francesa, Rachida Dati, abandonando una reunión en el Elíseo el miércoles.
La ministra de Justicia francesa, Rachida Dati, abandonando una reunión en el Elíseo el miércoles.REUTERS

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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