_
_
_
_
Reportaje:

La plaga que trajo la burbuja del ladrillo

Los expertos culpan a la euforia inmobiliaria de la expansión del picudo rojo, que ha acabado con más de 36.000 palmeras

Fernando J. Pérez

El insecto de la fotografía -llamémosle Piqui a efectos narrativos- tiene en alerta a los ayuntamientos y a los servicios de sanidad vegetal de España, Francia e Italia. Piqui es un escarabajo picudo rojo, un Rhynchophorus ferrugineus, y pese a su aspecto inofensivo, es el Hannibal Lecter de las palmeras del Mediterráneo. Desde 2004 hasta agosto de 2008 ha matado a 36.169 ejemplares, sobre todo en Andalucía y la Comunidad Valenciana, según datos oficiales.

En Málaga capital fue visto a finales de octubre en cuatro palmeras del parque central; y en el Palmeral de Elche (Alicante), patrimonio de la Humanidad, los científicos luchan para evitar su propagación, fomentada a partes iguales por el urbanismo salvaje de la última década y por la falta de controles fitosanitarios.

La expansión está relacionada con la importación masiva de palmeras egipcias

Los primeros antepasados de Piqui fueron descubiertos y catalogados en 1750 en la actual Sri Lanka; después, en 1776, en la India y en 1906 en Filipinas, según el catedrático de Entomología de la Universidad de Almería y autor de la fotografía, Tomás Cabello. Sin embargo, la rama familiar de Piqui proviene seguramente de Egipto. De ese país han entrado, entre 2000 y 2007, decenas de miles de palmeras destinadas a decorar jardines públicos y urbanizaciones de lujo, a veces directamente y otras tras una escala en Italia.

Gran parte de ellas estaban infestadas por picudos y han acabado sus días con las palmas secas y abatidas, carne de trituradora, o peor aún contribuyendo a dispersar al picudo, que ataca a 18 especies de palmeras y cocoteros distintas. "No es una invasión natural de un insecto, sino una invasión de palmeras infestadas, importadas y distribuidas por toda la costa con el visto bueno de los servicios de sanidad vegetal", denuncia el científico francés Michel Ferry, director de investigación de la Estación Phoenix, un organismo creado por el Ayuntamiento de Elche para el estudio de la palmera datilera. Otra leyenda urbana descartada: el picudo tampoco es consecuencia del cambio climático. "Eso lo han dicho los políticos en alguna ocasión para sacudirse la responsabilidad", afirma Ferry.

Posiblemente Piqui fue puesto por su madre en el estípite (tronco) de la palmera, junto a otros 363 huevos. Como la temperatura de puesta era ideal, 25 grados, sobrevivieron 282 larvas. "En las condiciones climáticas de la costa andaluza pueden darse cada año dos generaciones de picudos, con una vida media de 180 días adulta", explica Cabello.

Ese tiempo es muy largo para un insecto, pero el coleóptero apenas si logra desplazarse en su vida a dos kilómetros desde la palmera originaria. Hace falta la mano negligente o codiciosa del hombre para su expansión. La explosión está directamente relacionada con la importación masiva de palmeras de Egipto desde 2000, cuando el Ministerio de Agricultura derogó la orden de 1996 que impedía la entrada de palmeras de países ajenos a la Unión Europea afectados por la plaga. En mayo de 2007, la Comisión Europea adoptó una serie de normas de emergencia que impiden importar palmeras de países en los que se ha detectado el picudo, además de hacer obligatorio el "pasaporte fitosanitario", un certificado que garantiza que los ejemplares están libres del escarabajo.

Sin embargo, los expertos creen que la medida ha llegado tarde y se queda corta. "Es técnicamente imposible asegurar que una palmera no esté infestada: los huevos son diminutos y las larvas escondidas en el interior del tronco son indetectables", afirma Ferry, quien aboga por actuar radicalmente, como en Israel u Omán, donde se ha llevado a cabo una política de "control integrado" que ha permitido que desde 2002 no haya muerto ninguna palmera por la plaga, y que en el palmeral histórico de Elche sólo se hayan detectado dos casos mientras el resto de la ciudad estaba infestado.

Ejemplar de escarabajo picudo rojo.
Ejemplar de escarabajo picudo rojo.TOMÁS CABELLO

No a la importación

La destrucción sistemática de las palmeras infectadas para evitar la plaga es una solución tan radical como contraproducente, según los expertos, ya que ha hecho que los dueños de las palmeras privadas eviten notificar la enfermedad de unos ejemplares que costaron alrededor de 1.000 euros la unidad.

Y es que la presencia de larvas en un tronco no es sinónimo de muerte de la palmera, si se actúa a tiempo, lo que, según los expertos, no se ha hecho. La estrategia válida pasa, en primer lugar, por "prohibir todas las importaciones de palmeras", afirma Ferry. Luego es necesario un "trampeo masivo" de los coleópteros en los focos y en un radio de dos kilómetros alrededor de cada palmera infestada.

Mientras tanto, Piqui y su gran familia se han convertido en una oportunidad de negocio. Palm Control System, una empresa de Marbella, la ciudad más afectada por la plaga, con 2.923 palmeras destruidas, ha patentado un aparato que permite a los particulares aplicar el insecticida y el tratamiento directamente en el tronco de la planta. Todo por salvar las palmeras de la furia de Piqui.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Fernando J. Pérez
Es redactor y editor en la sección de España, con especialización en tribunales. Desde 2006 trabaja en EL PAÍS, primero en la delegación de Málaga y, desde 2013, en la redacción central. Es licenciado en Traducción y en Comunicación Audiovisual, y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_