El Ejército de Israel rompe la tregua en Gaza al matar a seis milicianos
Los islamistas de Hamás responden con el lanzamiento de cohetes
Nunca se cumplió a rajatabla la tregua pactada entre Israel y Hamás en junio de este año. Los cruces fronterizos, vitales para el abastecimiento comercial de Gaza, funcionan como un cuentagotas. Y el Gobierno islamista tampoco ha logrado frenar al 100% el lanzamiento de cohetes artesanales. Pese a todo, en cuatro meses y medio, ningún miliciano había muerto en el territorio ocupado. Y en ese lapso fueron menos los cohetes Kassam disparados que en un solo día de los previos al alto el fuego. El martes por la noche, cuando el mundo miraba a Barack Obama y a John McCain, la tregua sufrió su primera gran fisura. El Ejército israelí emprendió un ataque de envergadura y seis milicianos de Hamás perecieron en el centro de la franja. La respuesta fue inmediata. El movimiento fundamentalista se hizo responsable de 37 cohetes que ayer aterrizaron en Israel.
Hamás dice que le interesa mantener el periodo de calma, un respiro muy activo. Se adiestran sus milicianos a destajo a la espera de una invasión o un castigo aéreo de Gaza. Según diplomáticos occidentales, sólo falta que el Gobierno israelí fije fecha. La construcción de túneles y refugios -al estilo de Hezbolá- se acelera. Y aunque sus cohetes rara vez hacen diana, las milicias islamistas se las apañan para ampliar su radio de acción. Tres de los cohetes lanzados ayer impactaron en Ashkelón, ciudad de 120.000 habitantes a una docena de kilómetros de la frontera. Los líderes fundamentalistas dicen que pueden llegar más lejos.
No hay manera de frenar esta amenaza sin ocupar de nuevo Gaza. Lo saben los generales al mando en el sur de Israel y responsables del asedio a la franja, Yoav Galant y Moshe Tamir. Ambos militares comparten la opinión de que el tiempo corre en su contra. Y presionan para invadir el territorio palestino y destruir la infraestructura de una milicia cada día más parecida a un ejército. Cuanto más tarde, consideran Galant y Tamir, más abultado será el número de bajas entre sus filas.
Como ha ocurrido tantas veces, el juego del gato y el ratón continúa. Si Hamás anunció ayer su disposición a prolongar la tregua, el Ejecutivo israelí incidió en idéntica postura. "No tenemos intención de violar la calma. Pero cuando sea necesario abortar operaciones contra nuestro Ejército o los civiles, actuaremos", precisó el ministro de Defensa, Ehud Barak. Ahí radica el quid de esta pescadilla que se muerde la cola.
Los milicianos de Gaza no cesarán de prepararse, sabedores de que tarde o temprano se enfrentarán a sus enemigos. Israel no permitirá que Hamás refuerce su poderío indefinidamente. Los Gobiernos israelíes se han lanzado a aventuras militares en periodos electorales, como el actual. Pero ahora hay una diferencia. Por primera vez en la historia del Estado, el primer ministro no se presenta a la reelección. Si Gaza explota, la opinión pública pedirá mano dura. Y en esa tesitura, sólo hay un beneficiario: el líder de la oposición y del derechista Likud, Benjamín Netanyahu. Y dos perjudicados: los laboristas y Kadima, socios del actual Ejecutivo.
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