Un pueblo escindido
"Nos están comiendo. Se quieren llevar hasta el Ayuntamiento", asegura José, un jubilado del núcleo tradicional de San Fulgencio. "Nosotros pagamos, y ellos se lo gastan. Aquí falta de todo", responde Martin, de 66 años, residente en la urbanización La Marina, a tres kilómetros del centro. Ambos comentarios revelan el enfrenamiento entre la minoritaria comunidad autóctona (2.800 vecinos) y la populosa colonia extranjera (10.000). El presupuesto del Ayuntamiento es de 13 millones de euros. El 80% del capítulo de ingresos procede de los impuestos de la urbanización.
Los foráneos copan la urbanización consecuencia del desarrollismo salvaje por el que apostó el Ayuntamiento a principios de los noventa y que ahora está en el centro de la batalla por el poder desatada en el pueblo. El último episodio lo han protagonizado la alcaldesa y su equipo de gobierno, inmersos en una lucha que raya en el esperpento, ya que ha desembocado en el montaje de un falso soborno para hacer caer en la trampa a otro miembro del equipo de gobierno, el concejal Manuel Barrera.
El objetivo inmediato del montaje del soborno era desacreditar al concejal, que aceptó 5.000 euros y emitió algunas opiniones más que inconvenientes, pero el fondo revela el pulso de los políticos por controlar el urbanismo. El municipio tiene pendiente el desarrollo del PAI de la Cantera (objeto del supuesto pago de comisiones por dos falsos empresarios a Barrera) que prevé 4.600 casas, y otros sectores, como el de Olmé, con 1.000 casas.
La escisión del pueblo en dos bloques ha acabado por contaminar la política local. En dos mandatos se han producido tres votos de censura. El último, en octubre de 2007 desalojó del poder al PP, en beneficio de un tripartito liderado por la socialista Trinidad Martínez, con apoyo de dos grupos independientes. Uno lo encabeza Mariano Martí, dueño de una asesoría e inmobiliaria, cuya oficina se ubica justo al lado de la casa consistorial. Martí ya compartió la alcaldía con Martínez en el mandato anterior. El tercer socio, son los independientes de Barrera, que empezó apoyando a la alcaldesa del PP y un año después se echó en brazos de la socialista.
Barrera, un jubilado de Iberia, irrumpió en San Fulgencio hace tres años, se afincó en La Marina y con los votos de los extranjeros se convirtió en la clave para gobernar el Ayuntamiento. Martí es el hombre fuerte, por su poder económico. Y Martínez, según sus correligionarios, peca de ingenua. Un comentario de la alcaldesa el día de su arresto abunda en esa impresión: "Estoy cagá", dijo a unos periodistas.
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