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La carrera hacia la Casa Blanca | El candidato republicano

Una campaña fallida hunde las opciones de McCain

La inconsistencia de la estrategia electoral republicana empaña la imagen del candidato y reduce sus esperanzas de triunfo al voto del miedo

Antonio Caño

A principios de semana, cuando Joe el Fontanero compareció ante la prensa para declarar su apoyo a John McCain y darle un par de consejos respecto a su política con Israel, la campaña presidencial republicana parecía haber tocado su punto más bajo de inconsistencia y superficialidad. Pero no era así. Un día después, la candidata a la vicepresidencia, Sarah Palin, le daba crédito al Fontanero colocándolo a su lado en un acto electoral. Y el jueves, el propio McCain coronaba al famoso Joe como su inseparable compañero de viaje en su gira por el Estado de Ohio.

Joe el Fontanero es el argumento final de una campaña en la que se han reflejado todos los defectos de la personalidad de McCain -su temperamento errático y volcánico- y ninguna de sus virtudes -su poder de comunicación con los ciudadanos, su honestidad-. Una campaña que no deja un solo mensaje positivo en el recuerdo de los electores y que reduce las esperanzas de triunfo de McCain exclusivamente al voto del miedo. "Barack Obama es un radical que subirá los impuestos y carece de la experiencia para defender a la nación en caso de crisis", esta era la única razón por la que McCain pedía ayer el voto.

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Un mensaje muy pobre, muy negativo para un hombre que, a sus 72 años, parecía haber acumulado merecida fama de luchador idealista e independiente. En el año 2000, cuando fue derrotado en su primer asalto a la presidencia por George W. Bush y por una sucia campaña de desprestigio a la que McCain no quiso responder, el senador explicó que prefería perder una campaña a quemar su honor. Un gesto similar, al comienzo de la campaña actual, fue su mejor momento en esta carrera. Cuando, todavía el año pasado, McCain, contra la opinión de sus asesores, que le recomendaban criticar la guerra de Irak, afirmó que prefería perder una campaña a perder una guerra, sentó las bases que le permitieron meses después convertirse en el candidato republicano resurgiendo de las cenizas.

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Aquel era un McCain poco común en el panorama político norteamericano y excepcional dentro de su propio partido. Un McCain del que la escritora conservadora Peggy Noonan recuerda su admiración por Robert Jordan, el protagonista de Por Quién Doblan las Campanas, un combatiente de las Brigadas Internacionales a quien McCain ha citado varias veces como modelo por su condición de "luchador idealista poseído por un hermoso fatalismo".

Ninguno de esos valores ha aparecido en esta campaña en la que el papel de Robert Jordan se le ha otorgado, penosamente, a Joe el Fontanero, cuya proeza personal consiste en burlarse del Estado y no pagar sus impuestos. "Es sorprendente que un candidato con tan brillante reputación de hombre serio y de pensador independiente haya sido capaz de hacer una campaña como esta. No ha podido sumar ni un voto independiente y ha perdido muchos votos del propio McCain", opina el analista Scot Lehigh.

Es difícil aún a estas alturas establecer con rigor cuáles de los muchos errores cometidos son atribuibles al propio McCain, cuáles a sus asesores y cuáles al partido. Pero, en última instancia, McCain es el responsable de todos ellos y, bien sea por falta de otras ideas o por falta del coraje que derrochó en Vietnam, él ha arrastrado personalmente esos errores por las ciudades estadounidenses con la alegría y la convicción del que arrastra una cadena.

Sometida desde el principio a numerosas remodelaciones y cambios de jerarquía, la campaña de McCain ha mantenido todo el tiempo a tres personajes que pueden considerarse los miembros del círculo íntimo del candidato: su viejo colaborador y presidente de campaña, Rick Davis; su amigo, autor de su biografía y escritor de sus discursos, Mark Selter, y el actual jefe de la estrategia electoral, Steve Schmidt.

Este último, un joven de 38 años con aspecto de boxeador y antiguo colaborador de Karl Rove, el ex asesor de Bush, asumió un papel decisivo poco después del verano, en una de las muchas ocasiones en que las cosas se torcían para McCain. Schmidt está detrás de todas las decisiones tomadas desde ese momento, especialmente del tono más agresivo en los mítines.

El verano fue un momento clave de esta campaña, un momento en el que McCain, que había ganado fácilmente las primarias tras su rehabilitación en New Hampshire, comprendió la categoría del rival que tenía enfrente. Barack Obama acababa de derrotar a la imbatible Hillary Clinton, se paseaba por el mundo como un jefe de Estado y era aclamado por 200.000 personas en Berlín. McCain apenas podía abrirse un hueco en los medios de comunicación ante la avalancha informativa que tenía enfrente. Su avión de campaña, con la mitad de los asientos vacíos, trasladaba al candidato hacia actos en los que pocas veces ser reunían más de mil personas.

Impaciente como es, McCain quería interrumpir como fuese esa dinámica, aún a costa de descalificar con vulgaridades a Obama. Cierto es que, poco antes, había propuesto a su rival una larga serie de debates por todo el país que Obama no aceptó. Pero después no tuvo escrúpulos en repetir la comparación entre el candidato demócrata y dudosas celebridades del espectáculo como Britney Spears y Paris Hilton.

El país se entretuvo un rato con aquellos anuncios, pero, a la larga, fueron el primer aviso del tipo de campaña que McCain estaba dispuesto a hacer. Inseguro sobre sus propias fuerzas, desconfiado con sus asesores, McCain no sabía cómo responder en aquel momento a los barones republicanos que le expresaban su preocupación por la marcha de las encuestas.

Mientras Obama ascendía a lomos de una campaña metódica y precisa como un reloj suizo, McCain tenía que enfrentarse a las sospechas de la ultraderecha religiosa, a la impopularidad de Bush y a la desmovilización y desmoralización general de los seguidores republicanos.

Y en eso llegó Sarah Palin. Robert Draper, autor del libro Una Muerte Cierta: La Presidencia de George Bush, ha relatado en The New York Times el procedimiento bastante casual por el que la gobernadora de Alaska, fuertemente recomendada por Davis y Schmidt, fue incluida en el ticket por encima de otros aspirantes, como Mitt Romney, Joe Lieberman, Tim Pawlenty o Tom Ridge, preferidos por Selter. Davis y McCain habían conocido a Palin por primera vez en febrero con motivo de una conferencia de gobernadores republicanos en Washington y por recomendación de algunas figuras del ala agitadora y conservadora del partido, como Newt Gingrich. Desde entonces Davis mantuvo algunos contactos con ella y, en la fase de selección de vicepresidente, la entrevistó de nuevo, esta vez en compañía de Schmidt. Las cualidades de Palin (mujer, independiente dentro de su partido, ajena al círculo político de Washington) parecían ajustarse al tono rupturista que Schmidt quería darle a la candidatura y acabaron convenciendo también al propio McCain, que se decidió por ella después de una única reunión a finales de agosto en su casa en Sedona (Arizona).

El rupturismo acabó siendo interpretado como aventurerismo y, después de un breve periodo de entusiasmo entre las filas republicanas y de desconcierto entre las demócratas, quedaron enseguida patentes ante el electorado la falta de preparación y de experiencia de Palin. Bastó un par de entrevistas en televisión para dejar en evidencia las graves limitaciones de Palin que McCain y sus asesores no habían sido capaces de descubrir o creyeron irrelevantes. La simpatía por ella persiste entre la base conservadora del país, pero una encuesta ayer de The New York Times exponía que el 59% de los norteamericanos no la creen preparada para el cargo.

Esa tendencia a los golpes de efecto del equipo Davis-McCain se confirmó poco después, con el estallido de la crisis financiera, con la decisión del candidato de suspender su campaña y regresar a Washington para arreglar las cosas en el Congreso. Fue un auténtico descalabro. La presencia de McCain encanalló el debate en el Capitolio, alentó a los radicales, que votaron contra el plan de rescate de Wall Street, y grabó sobre McCain la imagen de un político imprevisible, carente de la templanza y el buen juicio que se requiere para hacer frente a una crisis. El efecto sobre Obama fue exactamente el contrario.

McCain salió de ese episodio herido de muerte. Sucumbió en los tres debates electorales y perdió un mensaje coherente que trasladar a los electores. El recurso posterior a las más gruesas palabras contra Obama, a quien el tándem republicano llamó socialista, amigo de terroristas y un peligro para la nación, fue sólo la prueba del descarrilamiento de la campaña.

En los últimos días, Colin Powell, ex secretario de Estado con la primera Administración Bush, y otras figuras republicanas se han pasado al campo de Obama o han abandonado a McCain, convencidos de su derrota. Su suerte depende hoy de que ese peligro del que él alerta desate una ola de pánico entre los votantes, una posibilidad muy remota. Su prestigio y su leyenda pueden también caer con él el martes.

John McCain saluda a sus seguidores en un mitin celebrado el jueves en Mentor (Ohio).
John McCain saluda a sus seguidores en un mitin celebrado el jueves en Mentor (Ohio).AP

Las frases

- "Me enamoré de mi país cuando estaba preso en otro. Lo amé por su decencia, su fe en la justicia y la bondad de su gente".

- "Siempre he trabajado con los dos partidos para solucionar problemas. Como presidente, tenderé mi mano a cualquiera que ayude a que este país vuelva a moverse".

- "En su corta carrera, Obama no entiende nuestros retos de seguridad nacional. No tenemos tiempo para entrenar becarios".

- "Cre0 en la recompensa del trabajo duro y en dejar que la gente conserve el fruto de su trabajo.

- "Obama ya está midiendo las cortinas de la Casa Blanca, mientras planea subir los impuestos, incrementar el gasto y aceptar la derrota en Irak".

LA CAMPAÑA DE JOHN McCAIN

18 meses de golpes de efecto y frialdad con el partido

- 25 de abril de 2007. John McCain anuncia oficialmente su candidatura. Su campaña arranca entre dificultades: Mitt Romney y Rudolph Giuliani le superan cuanto a fondos recaudados.

- 10 de julio de 2007. McCain no despega en los sondeos. La falta de fondos le obliga a despedir a docenas de colaboradores. El jefe de campaña, Terry Nelson, deja el equipo.

- 8 de enero de 2008. McCain gana en New Hampshire, tras haberse colocado tercero en los caucuses inaugurales de Iowa, el día 3.

- 29 de enero de 2008. Gana en Florida, uno de los Estados clave. La victoria se suma a la lograda 10 días antes en Carolina del Sur y le convierte en favorito. Desde 1980, el ganador en Carolina del Sur acaba siendo el candidato republicano a la Casa Blanca.

- 5 de febrero de 2008. Se impone en el supermartes por número de Estados y delegados ganados. Dos días después Mitt Romney se retira. El camino de McCain se despeja, y la atención se centra en el bando demócrata durante los siguientes meses.

- 26 de julio de 2008. McCain ataca a Obama por haber cancelado una visita a una base militar estadounidense en Alemania en la que se recuperan soldados heridos. Es uno de los síntomas que señalan un cambio hacia una estrategia más agresiva.

- 20 de agosto de 2008. Ante una periodista que le pregunta cuántas casas posee, McCain responde, tras algunos momentos de duda, "más de cuatro". Investigaciones de medios como The New York Times aclararán que McCain posee al menos siete. El episodio le daña, mientras Obama sale reforzado de la Convención Demócrata.

- 29 de agosto. McCain recupera protagonismo al elegir a Sarah Palin como candidata a vicepresidenta. La decisión parece impulsar a McCain entre las bases más conservadoras del partido.

- 4 de septiembre. Asume la candidatura republicana con el discurso de clausura de la Convención nacional del partido. Con tono critico, se distancia de la Administración Bush y promete "restaurar el orgullo y los principios" republicanos.

- 24 de septiembre. Suspende su campaña para acudir a Washington y hacer frente a la tormenta financiera. Propone retrasar el primer debate con Obama.

- 26 de septiembre, 7 y 15 de octubre. McCain no consigue en ninguno de los tres cara a cara poner en dificultades a Obama. El demócrata amplía paulatinamente su ventaja tras un breve periodo de inflexión coincidente con la elección de Palin.

- 19 de octubre. Colin Powell respalda la candidatura de Obama y critica la actitud cada vez más negativa de la campaña de McCain. El ex secretario de Estado es el más representativo de un grupo de altos cargos republicanos que dan la espalda a McCain.

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