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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Leyendas Extrañamente Musicales

Anteayer se clausuró -por este año- el festival de música experimental LEM, cerrando así una de sus mejores ediciones. O sea, eso que suele decirse de todo festival; y más en esta ciudad donde -afortunadamente- hay citas anuales para todos los gustos y bolsillos. No obstante, el tópico, en este caso, esconde una realidad bien objetiva. Para aquellos que hemos seguido su historia, las peripecias del LEM han sido las de una escena barcelonesa no homologable; minúscula y endogámica al principio, cosmopolita después, y ahora normalizada como una seña más de identidad.

Quizá la gracia de este festival sea precisamente su largo recorrido y su lento crecimiento. Comenzó como un puñado de conciertos realizados en los bares más pequeños del barrio de Gràcia. Duras iniciaciones para el aficionado, encajonado en locales inverosímiles y llenos de humo, con un sonido que nunca se sabía si era malo por accidente, por falta de equipo, por decisión del autor o porque "underground obliga, señora". De hecho, hasta hace 12 años a lo único que nos sonaba la palabra LEM era a escritor polaco de ciencia-ficción -Stanislav Lem-, en el caso de que el preguntado tuviese una culturilla adquirida en los viejos libros de bolsillo de Bruguera. O a Christa Lem, famosa por protagonizar un sonado e histórico strip-tease televisivo. Desde ese día, LEM pudo ser ya cualquier cosa: Latitud Extensiva Móvil, Liturgia Electrónica Metamórfica, Lentitud Especialmente Mutante, Léxicos Estacionales Meteorológicos y así hasta llegar a Límite Es Marco, que era el acróstico elegido para este año. Saludable costumbre que entronca con la biografía de dos de sus fundadores -Víctor Nubla y Juan Crek-, inventores de una suerte de extravagante contubernio poético-musical llamado Macromassa, que hasta su disolución fue una de las bandas más peculiares y estimulantes que ha dado la escena experimental barcelonesa.

Este año el LEM se ha dedicado a la voz humana y ha tenido a Portugal como país invitado

De aquellos años quedan anécdotas impagables -de esas que curten la piel y el carácter-, que otro día les contaré. Pero, como si se tratase de un organismo vivo, aquel adolescente gritón y desmelenado se fue diversificando, le salieron pelos bajo las narices y se atrevió a salir de las cuatro calles natales para dar la murga a lo grande, en cualquier lugar que se pusiera a tiro; sin grandes campañas de publicidad, ni pretensiones de organizar el macroconcierto del año, lo cual se tradujo en un público fiel que creció -y creció, y creció-, hasta ser capaz de llenar el teatro del Cosmocaixa y el auditorio del Macba, sin renunciar a los mínimos y clásicos escenarios a pie de suelo del Mi Bar y del Elèctric.

Este año ha estado dedicado a la voz humana y ha tenido a Portugal como país invitado. Se han ofrecido 27 actuaciones, de las que destacan la californiana Erika Stucky y sus gorgoritos yodel tiroleses, los poemas de la germánica Nora Gomringer, el conciertazo del mexicano Juan Pablo Villa, la puesta de largo del libro Odio Barcelona y el trabajo de dos pioneros como Llorenç Barber y Eduardo Polonio. Entre los espectadores, viejas caras conocidas y mucha gente joven, que han seguido cada evento con la euforia que se repite -cada mes de octubre- desde 1996. Y en el aire la sensación de haber empezado el otoño, como si las castañeras y la música experimental fuesen una misma cosa; pequeña, minoritaria, siempre en precario, pero con el reconfortante sabor de lo imprevisto. Lo toma o lo deja, esto es lo que hay y no vamos a importunarle vendiendo milongas, ni motos. Ya dijo un santo que los Lemures Existencialmente Magullados -como la polca- son esas cosas que nunca pierden actualidad.

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