La vida de un chiquillo

Recientemente hemos tenido noticias de las desafortunadas declaraciones de la Iglesia Cristiana a tenor de un hecho trascendental, conseguido por profesionales de la medicina de la capital hispalense. Una mujer ha podido dar a luz a un hijo absolutamente sano en contra de su predestinación genética. Además, ese niño resultará de gran utilidad a su hermano que posee esa enfermedad de la que el menor se ha visto libre. Libre por decisión de sus padres y por intervención de los grandes profesionales que tenemos en el área de la medicina en nuestro país.

Y bien, la Iglesia sigue en su línea como nos temíamos: tratando de manipular la conciencia del pueblo llano; de aquellos a los que toma como "ovejas descarriadas".

La hipocresía no tiene límites, pues primar a un espermatozoide de su natural destino es algo, dicen, que va contra la moral cristiana.

En una obra clásica, Antígona, ésta reprocha al gobernante de la ciudad su impermeabilidad ante los problemas del día a día: "Qué bien gobernaríais una ciudad desierta". Aplíquese a la actual Iglesia, a la parte que la gobierna, y tenemos su situación actual. Aquella en la que se antepone un vulgar espermatozoide, que ni siente ni padece, a la vida de un chiquillo. Sobran las palabras.