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Reportaje:AIRE LIRE

La morada del dios Lug

Sendas y hechizos de Penyagolosa, cima sagrada de Castellón

Dicen que la fe mueve montañas, pero más bien es al revés: son las montañas las que mueven a la fe, las que excitan el lado irracional de los hombres. Sinaí, Olimpo, Tíbet, Fujiyama... Desde que existen dioses, existen cimas sagradas e individuos que, cuando ascienden a ellas, hacen cosas un poco raras. Es el caso del Penyagolosa, en Castellón.

Al santuario de Sant Joan de Penyagolosa se encaminan a pie todos los años varios vecinos del pueblo de Les Useres, que dista 35 kilómetros, cumpliendo un voto que efectuaron sus antepasados en el siglo XIV. Els pelegrins -que son 13: un guía avanzado que hace de Jesucristo, y el resto, de apóstoles- suben a la montaña y bajan en silencio, y en algunos tramos, descalzos, con la íntima convicción de que su sacrificio les reportará una temporada de paz y lluvias copiosas, independientemente de lo que haga el anticiclón de las Azores.

No es la única locura que se manifiesta en estos abruptos parajes. Para los montañeros de Castellón, no existe mayor diversión que el sendero de la Luna Llena, una tradicional marcha nocturna desde la capital hasta la cima (63 kilómetros) que, a su vez, ha dado origen a la pujada al Penyagolosa: el mismo camino, pero de día y a todo correr. Y es que los castellonenses, y los valencianos todos, suben al Penyagolosa levitando de gozo.

Es su montaña reverendísima, y ahí está la etimología para demostrar que este particular sentimiento no es nada nuevo ni sin fundamento. Unos autores sostienen que el Penyagolosa se llama como se llama porque antiguamente albergó un lucus, o bosque sagrado; sería, pues, la peña lucosa. Otros, más esotéricos, hablan de peña lugosa, suponiendo que en su día estuvo consagrada al dios celta Lug.

Asuntos de altura

Hay un detalle, empero, que no cuadra con su carácter totémico, casi divino. Y es que, pese a ser una peña colosal (otra posible etimología, sugerida ya por el botánico ilustrado Cavanilles), no es la más alta de la región. Tal honor le corresponde al Alto de Barracas (1.838 metros, por 1.813 del Penyagolosa), pero como el tal Barracas se alza en el Rincón de Ademuz, un enclave valenciano perdido entre Cuenca y Teruel donde sólo se habla castellano, se ha dado en considerar, como dice una inscripción en la propia peña, que el Penyagolosa es la cumbre más alta de la comunidad lingüística valenciana, y tots contents.

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La ascensión al Penyagolosa no ofrece gran dificultad. Sólo hay que acercarse en coche desde Vistabella del Maestrazgo hasta el santuario de Sant Joan y, ya a pie, retroceder 150 metros por la misma carretera para coger la pista de tierra que sale a mano derecha, y en la primera curva cerrada, volver a desviarse a la diestra por una senda señalizada con marcas de pintura blanca y amarilla que sube por el barranco, casi siempre seco, de la Pegunta. Es ésta una deleitosa umbría poblada de pinos laricios y silvestres, e incluso tejos, un bosque propio de latitudes más norteñas, que recuerda vivamente los del Alto Tajo o el Guadarrama, estando a sólo 40 kilómetros en línea recta del ardiente Mediterráneo.

Tras una hora de marcha, se sale de nuevo a la pista y, avanzando por ella hacia la derecha, se alcanza enseguida la explanada de El Corralico, donde nace la trocha zigzagueante que, en otra hora más, conduce hasta la cima del Penyagolosa, la cual se halla presidida por la Virgen del Lledó, patrona de Castellón. Desde esta acantilada cumbre se divisa desde el delta del Ebro hasta Castellón de la Plana, los laberínticos barrancos de la comarca de L'Alcalatén y, al norte, las tierras altas y rojas del Maestrazgo, donde lindan Castellón y Teruel.

No menos espectacular que la ascensión a pie al Penyagolosa es una gira en coche por las revesadísimas carreteras que rodean el macizo. Así se descubren pueblos como Xodos, increíblemente plantado sobre la cima de un peñasco calcáreo cortado en pico; Vistabella del Maestrazgo, cuyo nombre lo dice todo, o (nuestro favorito) el turolense Puertomingalvo, con su castillo del siglo XII, su excesivo templo de estilo barroco y su gótica Casa del Concejo, toda ella de piedra de sillería y con ventanas geminadas de una sola pieza.

Puertomingalvo fue el castro de Abingalvón que Alfonso II el Casto arrebató en 1181 a los almohades y entregó a la custodia de los templarios; poco después, en 1202, Pedro II de Aragón cedió al cabildo de Zaragoza esta plaza fuerte que, durante los seis siglos siguientes, llegaría a tener hasta 47 señores entre obispos y arzobispos. Pocos lugares más solos, más bellos y más altos que éste, a 1.456 metros sobre el mar, entre montañas y vientos tan recios que a veces hacen que suene a deshora la campana mayor, una mole de 750 kilos a la que llaman María Rosa.

Guía de la Comunidad Valenciana

Una montañera contempla el paisaje desde la Penyagolosa, una peña de 1.813 metros.
Una montañera contempla el paisaje desde la Penyagolosa, una peña de 1.813 metros.A. C.

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