_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Solidaridad, que no beneficencia

Las junturas del Estado andan maltrechas, sacudidas por anhelos históricos irredentos las unas, golpeadas por urgencias contemporáneas las otras. En el decir del clásico, "yo vi del polvo levantarse audaces... atropellar efímeras las leyes". Y al rebufo del gran debate italiano actual -sobre el federalismo fiscal-, proyecto que espera la aprobación parlamentaria, es inevitable volver a los desgarrones que la financiación autonómica, casus belli, arranca a los antiguos consensos.

Normas quizá precipitadas, pero obligatorias para el que gobierna, empantanan el proceso de reforma -otro más-, aliviado en sus aristas por la madre de todas las crisis, prioridad absoluta. Ahora que leer la Biblia en público ocupa primes times de televisión, leamos, pues, que el Padre es el principio del Verbo y, sin dinero, paternidad imprescindible, las leyes son acequias sedientas e inútiles. Pero los espasmos del capitalismo se aliviarán y volverá la pregunta: ¿Es compatible satisfacer a Cataluña y mantener la solidaridad?

Las comunidades menos ricas no han de resignarse a ser eternamente asistidas

La Liga Norte impulsó denodadamente el "federalismo solidario", que una vez consiga acabar con el despilfarro en el gasto público, dice, transformará a Italia en una República más justa. Pero allí sabe todo el mundo que ese grupo político interpreta un sentimiento extremo, aunque real, de hartazgo de las regiones ricas frente al Mezzogiorno, repleto, a su juicio, de muy malos gestores.

Algunos datos son, en efecto, llamativos: la productividad de un trabajador del sur es aproximadamente la mitad de uno del norte; quizá por ello el salario de aquél es inferior en un 55% al del norteño. El 22% de los italianos que viven bajo el umbral de la pobreza residen en el sur y así podríamos seguir.

Hay excepciones, sin embargo, pues la investigación aeroespacial y la industria high tech se han localizado en Campania y en Sicilia. En fin, bastantes opinan, y no sólo los de la Liga, que el Mezzogiorno no supo aprovechar ni los fondos estructurales europeos ni los nacionales. Actividades mafiosas, además de una muy ineficaz Administración pública, son rémoras a las que los especialistas atribuyen el atraso.

Podremos ignorar la verdad entre la niebla de nuestros valores, pero esa Liga triunfó en Turín y en Milán, que nos traen a la memoria a Cesare Pavese y Luciano Visconti, bien lejanas ya, por lo que se ve, sus aproximaciones éticas y estéticas a la Italia de su tiempo. Hoy se trata de otra cosa, como, por ejemplo, poner en cuarentena a los "vagos" del sur.

Las extrapolaciones son arriesgadas en este terreno, tanto más si se esquematizan. Algunos quieren poner en el debe de Cataluña una visión de la solidaridad cargada de tacañería mezquina: "ni un euro para el sur", que podrían llegar a decir, al modo de los de la Liga. Pero bien mirado, el tripartito catalán no dice eso, aunque haya soliviantado a las comunidades autónomas menos desarrolladas al mencionar que la solidaridad debe limitarse a los servicios básicos. Debatiéndose entre el modelo alemán y el canadiense, el Ejecutivo del Principado denuncia que el mecanismo de nivelación español no acerca a ricos y pobres, sino que invierte sus respectivas posiciones. La cosa no es tan así, a pesar de que algo hay de eso.

A mi juicio, el sistema requiere una definición acordada de qué se entiende por servicios esenciales y la creación de una institución -o la adaptación de alguna de las existentes- que evalúe objetivamente la eficiencia del gasto autonómico. ¿Es la justicia, por ejemplo, un servicio básico y esencial o no? ¿La utilización de los fondos de nivelación implica un despilfarro respecto a la satisfacción de las necesidades en sanidad, en educación, en servicios sociales...? Es imprescindible aunar equidad y eficiencia, sin desincentivar a las comunidades más prósperas, que suelen actuar de locomotoras del crecimiento.

Quisiera pensar que, a pesar de lo agrio del debate, las relaciones entre las comunidades autónomas se encuentran lejos de los arrebatos viscerales de la política italiana. Y que, aun habiendo territorios "autistas" en cuestiones de solidaridad -véase, si no, el País Vasco-, la inmensa mayoría está dispuesta a madurar consensos viables. Acuerdo que no ha de pasar, en ningún caso, por confundir la solidaridad con las más rancias políticas asistencialistas, para lo cual, todo hay que decirlo, las comunidades menos ricas no han de resignarse a ser eternamente asistidas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_