La pirueta histórica de José Martínez
El bailarín español estrena en París su versión de 'Les Enfants du Paradis'
El París más popular y bohemio, el de los artistas y los amores imposibles. En 1945 Marcel Carné estrenaba Les Enfants du Paradis (Los niños del paraíso), un clásico del cine francés escrito por el poeta Jacques Prévert. Un fresco romántico de más de tres horas poblado de mimos, arlequines, asesinos, nobles y una mujer deseada por todos, la dulce y triste Garance. Hoy, casi 70 años después de su estreno, Les Enfants du Paradis deja el blanco y negro y las palabras para convertirse en un impacto de color y movimiento. Mañana el Ballet de la Ópera de París estrena la versión que ha ideado su bailarín estrella, el español José Martínez. Es su primera gran coreografía y, en sus propias palabras, la pirueta más difícil de su carrera.
"La condición era no hacer un ballet inspirado en el filme, sino fiel a él"
José Martínez (Cartagena, 1969) no descansa, quedan pocos ensayos y el ritmo de trabajo no da tregua. Se disculpa, la fatiga no le hace perder la amabilidad. Lleva todo el día dedicado a los ensayos de correcciones, en los que se pulen uno a uno los defectos detectados el día anterior. Junto a un rígido maestro de baile, insiste en que prefiere que los movimientos fluyan a que sean perfectos. Los bailarines comen galletas o se quitan y ponen la ropa de manera nerviosa. Algunos hacen exhibición de sus prodigiosos cuerpos mientras otros se concentran ensimismados. "Cuando bailas sólo te preocupas por ti y tus zapatillas. Para mí eso se acabó, ahora ellos son la extensión de mi cuerpo", afirma Martínez.
A sus 39 años dirigirá un espectáculo con 60 bailarines, 200 trajes, 13 escenas diferentes y 13 decorados. Un encargo de la Ópera, que desde hace tiempo perseguía la idea de convertir en ballet un filme (cuyo rodaje fue interrumpido por la ocupación nazi) considerado patrimonio nacional francés. "Los herederos de Prévert sólo pusieron una condición: no querían un ballet inspirado en la película sino fiel a la película. Esa condición marcó el trabajo y de alguna manera lo facilitó", explica Martínez. Para él, Les Enfants du Paradis es una historia "triste y romántica" pero llena de la vitalidad del París popular de mediados del siglo XIX. Esa energía callejera es parte fundamental de su coreografía. "El circo, la verbena, el teatro... toda esa vida está mezclada con la historia, más realista, de los personajes".
Martínez explica que su coreografía bebe por igual del ballet moderno que del clásico, mezcla técnicas, estilos y enseñanzas. "Hace un año estuve con Pina Bausch haciendo Orfeo y Eurídice. Es imposible trabajar con ella y que no se convierta en una gran influencia. El interés no está en lo que uno se apropia sino en lo que uno transforma de los demás. Los grandes te dan un vocabulario y luego cada uno debe buscar su propio lenguaje". El bailarín cita entonces al sueco Mats Ek y recuerda su versión de Giselle: "Fue la primera vez que alguien me dijo que no quería que bailara como un bailarín sino como una persona. Me pedía que reaccionara como un hombre".
José Martínez es una figura excepcional dentro del ballet español. Premio Nacional de Danza en 1999, se fue del barrio del Peral de Cartagena cuando tenía 14 años. Le descubrió de forma casual (acompañaba a su hermana a clase) la que fue su primera maestra, Pilar Molina. Empujado por ella, se subió en un autobús rumbo a Francia y ya no volvió. Estudió en Cannes, en la escuela de Rosella Hightower. Hasta que en 1988 tuvo una audición para la Ópera de París. El tribunal estaba presidido por el entonces cuerpo y alma de la institución: Rudolf Nureyev. "Eran doce, con Nureyev en el centro. Al entrar, él se quedo mirándome. Probablemente pensó que qué hacía allí ese tipo tan alto y tan flaco. Al terminar le miré, dejó el bolígrafo en la mesa y me sonrió como diciendo pues vaya con el flaco".
A Martínez le quedan tres años para retirarse como bailarín de la Ópera y por eso desde hace tiempo le encargan trabajos pequeños como coreógrafo. "En 2005 me pidieron una coreografía para la escuela. Pensé que era para adolescentes, cuando llegué y vi que eran 40 niños de entre 3 y 8 años casi me da algo. Supongo que poco a poco me he ganado la confianza de la dirección, saben que me queda poco para retirarme y me están dando todo tipo de facilidades para que siga aquí".
La danza, explica, es un combate con el dolor y con el cuerpo en el que la inteligencia del bailarín para superar sin romperse sus propios límites es fundamental. Él representa -"y no deja de ser gracioso"- la llamada escuela francesa. El bailarín sonríe, sube los hombros, y como si nada explica esa esencia: "Que nunca se vea el esfuerzo, que siempre parezca que vas volando"
Babelia
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