Los directivos de AIG van de fiesta tras intervenir el Tesoro
La rabia del contribuyente estadounidense sube de tono. No sólo le está tocando limpiar los platos rotos por Wall Street. También está costeando sus festejos. Seis días después de que el Tesoro de EE UU saltara al rescate de la aseguradora AIG, con un préstamo de 85.000 millones de dólares (62.321 millones de euros), la compañía se gastó 443.000 dólares en una fiesta de ejecutivos celebrada en un lujoso complejo hotelero en California.
Las facturas del evento fueron presentadas el martes ante la audiencia del comité del Congreso de EE UU que está examinando las causas del colapso financiero. "El estadounidense medio está sufriendo económicamente mientras los ejecutivos de la compañía están bebiendo y cenando en uno de los resorts más exclusivos de la nación", lamentó el demócrata Henry Waxman.
El detalle de las facturas revela que se gastaron 200.000 dólares en habitaciones en el St. Regis Resort en Monarch Beach, 150.000 dólares en banquetes y 23.000 dólares en servicios de spa. Robert Willumstad, que ocupaba el puesto de consejero delegado de AIG antes de la intervención, dijo ante el comité no saber nada de estos eventos.
"Escuche ésta. Se estaban haciendo manicuras, tratamientos faciales, pedicuras y masajes mientras el contribuyente paga la factura", destacó la demócrata Elijah Cummings, que sin conformarse con lo dicho por Willumstad les espetó que además se gastaron 7.000 dólares en el campo de golf. "No tiene sentido", remachó Waxman.
Premio exclusivo
Ante la perplejidad de los legisladores, Joe Norton, portavoz de AIG, explicó después que 7 de los 10 principales ejecutivos de la aseguradora participaron en esos festejos, que según explicó estaban convocados para premiar a los mejores agentes de su división de seguros de vida. "Es una práctica común en esta industria para compensarles por su trabajo", remachó.
Willumstad, que se puso al frente de la aseguradora en julio de 2005, negó cualquier responsabilidad en el colapso. AIG habría solicitado ya en torno a 65.000 millones para mantenerse a flote, y está examinando la manera de desprenderse de activos para dotarse de efectivo y devolver cuanto antes el préstamo.
Martin Sullivan, su predecesor, también escurrió el bulto y explicó que cuando dejó la compañía "estaba bien capitalizada y disponía de liquidez". Y los dos ejecutivos explicaron que AIG fue víctima de la práctica conocida como mark-to-market, que les obliga a poner precio a sus activos según el valor de mercado, lo que provocó una fuerte depreciación.
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