Cielos de amor en el metro
En 1956, Carl Perkins escribió Blue Suede Shoes sobre un viejo saco de patatas y la grabó después en los destartalados estudios de Sun Records. No podía sospechar que el impresionante éxito de su canción, que crecería cuando la grabó Elvis Presley, pudiera acaso acabar con La trucha, el quinteto para piano que Schubert compuso en 1819 cuando tenía 22 años. ¿Pero ha ocurrido verdaderamente tal cosa? Parece que no. La pieza del compositor vienés sigue fascinando y también se mantienen en forma los sonidos de aquellos zapatos de gamuza azul. ¿Mató el vídeo a las estrellas de la radio? Bueno, todo esto viene a cuento del éxito que ha tenido en Japón el libro electrónico titulado Koizora (Cielo de amor). Han sido 25 millones los que han descargado en sus móviles ese melodrama para sumergirse en su lacrimosa trama de amores contrariados mientras viajan en el metro. Frases cortas y argumentos sencillos para personajes poco sofisticados.
Va a liquidar Mika (la autora de Cielo de amor ha decidido llamarse como la protagonista del libro), con sus esquemáticos dramones, la elaborada literatura de Junichiro Tanizaki (por ejemplo), y va a darle el golpe de gracia en los luminosos vagones del metro? ¿Es ésa la cuestión relevante? ¿O lo que hay que preguntarse es si los móviles van a terminar hundiendo a la industria del libro (parece, más bien, que la están ayudando)? ¿No será lo fundamental que el camino para hacerse rico pasa por saltarse las editoriales y vender la obra directamente por Internet (ahí el autor se lleva un 80% de los beneficios frente a un escaso 10% -poco más, poco menos- que obtiene siguiendo los cauces tradicionales)?
Demasiadas preguntas y demasiadas variables en juego. Están, por un lado, los cambios tecnológicos y la pasión que desatan en los fanáticos del futuro. Está, por otro, el falso conflicto entre alta y baja cultura, que desata las iras contra lo nuevo de los que adoran la tradición. Y están los que ven negocio allí donde se despiertan entusiasmos populares. El lío puede ser mayúsculo. Quizá convenga bajar los decibelios: está por ver si terminan por consolidarse los nuevos soportes para la lectura. Y tampoco debe ser tan grave suspirar, mientras se circula en metro, por un Cielo de amor.
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