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Columna
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EE UU, lejos de Latinoamérica

Hoy, al final del segundo mandato de George W. Bush, el presidente norteamericano más desinformado del siglo XX, cabe afirmar que sea quien fuere su sucesor en noviembre, el republicano John McCain o el demócrata Barack Obama, las relaciones de Estados Unidos con América Latina difícilmente volverán a ser las mismas. Y tiene un gran mérito, porque Bush II apenas ha hecho que mostrar indiferencia por su presunto patio trasero.

La catástrofe, presidencialmente inducida en Irak, sobrevenida en Afganistán, pasivamente alentada en Palestina, y como remate, con el desfalco universal de Wall Street, ha despejado el espacio para que se consolidara un bloque de poder en torno al presidente de Venezuela, Hugo Chávez, y sobre todo, para que Brasil reclamara un papel hegemónico en la zona. El vacío estratégico que ha creado Washington succionando su propio papel de dominación y mediación en América Latina, es lo que ha permitido a Brasil erigirse en la potencia imprescindible, como se ha demostrado en la reciente -e interminable- crisis boliviana entre indigenistas-centralistas de La Paz y autonomistas-prooccidentales de Santa Cruz. Porque si Chávez puede decir impunemente lo que dice de Bush; si el presidente Morales de Bolivia puede expulsar al embajador norteamericano Philip Goldberg, sin temor a represalias; si Honduras, bajo la presidencia de Manuel Zelaya, de quien no se conocía ningún desviacionismo de izquierdas, puede sumarse apenas con un giro de muñeca al bloque chavista; si Álvaro Colom de Guatemala y Leonel Fernández de la República Dominicana pueden nadar y guardan la ropa para no despreciar la largueza del venezolano; si hace otro tanto el ecuatoriano Rafael Correa, gran artista del chavismo light, sin perder por ello una cierta comprensión del Departamento de Estado; si los paraguayos pueden dejar de votar al partido Colorado, porque nada cuesta ya jubilar a los viejos fantasmones de Washington; y si el matrimonio presidencial argentino puede rescatar del fondo del baúl de los recuerdos modos de anti imperialismo retro -Braden o Perón, tercera posición- todo ello ocurre porque América Latina le ha perdido el respeto a Estados Unidos.

La impetuosidad irreflexiva de McCain es lo que más conviene al bloque del chavismo y a Brasil

En este panorama, en el que ni siquiera el México conservador del presidente Calderón se siente feliz porque el líder norteamericano no ha cumplido sus promesas sobre inmigración, sólo la Colombia del presidente Uribe ha seguido yendo del bracete con Estados Unidos, pero bien que a cambio de importantes prestaciones militares y económicas para combatir con éxito la subversión, y, en bastante menor medida, el narcotráfico.

Las elecciones de noviembre se dirimen, paralelamente, entre un veteranísimo McCain, muy próximo a Bush, aunque afirme todo lo contrario, en sus votos del Senado; en su patriotismo de charanga y pandereta, pero con muertos de verdad en innecesarias guerras; en su estrecha visión de un mundo en el que aún se obstina en tener a Rusia como enemigo, aunque haya muerto el comunismo; y un joven demócrata, el afro descendiente Barack Obama que ha logrado pergeñar una imagen de sí mismo pro activa -y no reactiva como la del republicano- aunque es verdad que un punto snob, cuya pretensión, muy diferentemente, es dialogar con el planeta, en lugar de ponerlo firme.

Obama debería poseer alguna capacidad de interlocución con esa América Latina que se adiestra en ignorar a Estados Unidos; mientras que McCain apuntaría a Némesis de ese nuevo íbero-continente. Y, sin embargo, es McCain y no Obama quien mejor conviene a todos los que celebran que en el mundo mengüe la sombra de Washington, porque el demócrata trataría de tender puentes, y aunque la suya no fuera una actitud radicalmente innovadora, si no Chávez, que ya está cincelado en la estrepitosa oposición a la Casa Blanca, no todos los que hoy hacen la corte al líder bolivariano desdeñarían una aproximación a la antigua gran potencia americana. Así, el primer presidente negro de Estados Unidos tendría la oportunidad de desinflar de ruido y furia el chavismo; y la diplomacia brasileña debería pensar en replegarse a posiciones menos llamativas. Y es, contrariamente, la impetuosidad irreflexiva del republicano la que le lleva a contestar lo primero que le pasa por la cabeza, elección de Palin incluida, la que conviene al bloque del chavismo, tanto como al designio de gran potencia en ciernes de Brasilia. Bush II ha contribuido decisivamente a poner a su país en riesgo de perder América Latina, como dicen que los demócratas perdieron China en 1949. Y John McCain sería hoy el candidato perfecto para completar su obra.

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