Spray violento
Cada día estamos mejor informados al respeto, las botes o latas llevan indicaciones cada vez más precisas acerca de los ingredientes nocivos del producto y de sus peligros para la salud. Porque algunos tipos de pintura cuando los aplicas sin consideración pueden dañarte, sobre todo cuando se presentan en forma de spray: los respiras y sus partículas tóxicas entran en tu organismo y se adhieren a tus tejidos interiores. Y es posible que se queden ahí para siempre. Hay que tener mucho cuidado con algunos tipos de pintura. Y aunque lo anterior vale en su expresión más literal, hoy voy a utilizarlo metafóricamente.
Y a juntarlo con la noticia de que el Parlamento vasco acaba de aprobar una resolución en la que insta a los ayuntamientos que aún no lo hacen a borrar las pintadas y a retirar de sus lugares públicos los carteles que ensalcen el terrorismo y humillen a sus víctimas. Hay tragedias personales y sociales que caben enteras en muy poco espacio, que se resumen en signos o manifestaciones de tamaño mínimo: como en esas tres letras del adverbio aún. Todavía hay lugares en Euskadi donde este tipo de pancartas o mensajes no se retiran. Y todavía hay lugares en Euskadi donde aunque se retiran vuelven a aparecer, sistemática o puntualmente, con motivo de fiestas o conmemoraciones públicas; lo que equivale a decir que aún hay gente dispuesta a rescribirlas sobre las fachadas más visibles, con todo lo que eso supone en el terreno de las intenciones y los efectos.
Una cosa es lo que se pinta sobre una pared y otra los efectos por dentro para quienes las realizan
Pero una cosa son las fachadas de los edificios y otra, el interior de las personas. Una cosa es lo que se pinta sobre una pared dura y fija, y otra muy distinta los efectos de esas pintadas por dentro, en el blando terreno del dentro: las adherencias o adhesiones que provocan en las mentalidades y los sentimientos personales y sociales. Entiendo que lo más grave de esas pintadas no son sus efectos anti-ético-estéticos más visibles, sino los que producen en el fuero interno de quienes las realizan (muchas veces teledirigidamente) y de quienes, por proximidad, respiran las partículas de esa pintura tóxica, de ese spray violento; de quienes las han respirado durante muchos años. Que ya son decenios, es decir, vidas enteras de muchos adolescentes y jóvenes que no han conocido otra decoración urbana; que han crecido aceptando como normal, porque habitual era, las pintadas violentas, los mensajes amedrentadores en las calles o presidiendo las fiesta (a veces suspendidos de las fachadas más principales de sus municipios). O las reivindicaciones de unos acaparando y apabullando el espacio de todos. Esto ha sido en Euskadi durante demasiado tiempo lo habitual y por ello ha podido verse por algunos como lo normal, e incluso como lo deseable.
Significativamente se dice que algo es de fachada cuando se considera que no pasa de la primera piel, que sólo se aborda de manera superficial. Limpiar las fachadas de Euskadi, que desaparezcan las pintadas y los carteles violentos de la vista es un paso. Pero hacen falta muchos más, pasos radicales_ esto es, de raíz íntima, de fondo interno_, para recomponer las aberraciones, las distorsiones democráticas y de convivencia que ese spray violento ha producido durante tanto tiempo. Hace falta un esfuerzo socio-pedagógico total, desde la fachada si se quiere, pero hasta el cimiento.
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