Los hilos dorados del pasado
Las cosas están cambiando en Rusia, y no sólo porque haya llegado el lujo que cultivan con extrema ostentación los nuevos ricos, sino porque con la rehabilitación del zar Nicolás II el Tribunal Supremo ha recuperado una figura que procede de un legendario pasado que la revolución vino a poner fin. Cuando cayó la monarquía en 1917, el Gobierno provisional tuvo que proteger a la familia Romanov de las iras de los revolucionarios, que querían juzgarlos y liquidarlos. Las cosas ocurrieron de manera más prosaica. Tras llevarlos de un lado a otro durante la guerra civil, los instalaron en la casa de un comerciante de Yekaterimburgo, en los Urales. Pero la Guardia Blanca avanzaba hacia el lugar, y los efectivos del Ejército Rojo que custodiaban al zar, a la zarina y a sus cinco hijos decidieron proceder sin muchas contemplaciones, no fuera a ser que los rescataran. Así que los bajaron al sótano y los fusilaron sin contemplaciones. Así, durante los terribles años de aquella guerra, dos figuras compitieron por imponerse en el imaginario del pueblo ruso, Lenin y Nicolás II. De un lado, el hombre que llegaba a acabar con siglos de dominación y que prometía con vehemencia y rotundidad la llegada de una sociedad sin clases. Del otro, el zar. Que representaba una vida de derroche, exquisitez, sofisticación y banalidad.
Conviene, en este punto, desplazar la mirada y centrarla en su hija pequeña, Anastasia. Y es que circuló la historia de que había sobrevivido a la masacre, y que un buen día apareció en París, un tanto amnésica. Hollywood ha dado buena cuenta de ello, e Ingrid Bergman puso en su día su belleza al servicio de la leyenda. Ahora ha vuelto a circular por el mundo entero la imagen de la familia del último zar. Las mujeres aparecen hermosas y lánguidas, con prendas blancas llenas de bordados, cuidadosamente peinadas y tocadas con delicadas joyas. El zarevich Alexis viste de marinero y el zar tiene un aire que recuerda curiosamente a Lenin (acaso por las entradas y la barba).
El revolucionario, que tenía hasta ahora la partida ganada, lo va a tener esta vez difícil. Decían que Anastasia era un "diablillo encantador". En la Rusia del siglo XXI, ¿quién despierta más simpatías, el férreo radical o el diablillo encantador? Hagan sus apuestas.
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