Por el buen camino
Washington aprueba el plan de rescate mientras Europa no precisa sus respuestas a la crisis
En apenas una semana, el Congreso de Estados Unidos ha pasado de un rechazo estrepitoso del plan de rescate financiero propuesto por el secretario del Tesoro y el presidente de la Reserva Federal, a una aprobación mayoritaria por 263 votos a favor y 171 votos en contra. Este cambio de actitud, que permitirá a Washington actuar de forma contundente contra la crisis bancaria y sentará un referente para Europa, refleja la conciencia que han tomado demócratas y republicanos de que frente al riesgo de un colapso financiero no caben reticencias ni retrasos; pero también muestra un esfuerzo negociador que ha permitido introducir cambios en el Acta de Estabilización Económica de Urgencia 2008, denominación oficial del plan.
El meollo del acuerdo final sigue siendo la capacidad del Tesoro para comprar activos deteriorados de los bancos por un importe que puede llegar a los 700.000 millones de dólares. Con esta intervención directa se pretende erradicar la posibilidad de quiebra de las grandes instituciones bancarias estadounidenses y ofrecer una posibilidad de que el flujo crediticio vuelva a actuar con relativa normalidad. El contenido del plan suscita dudas, más allá de su evidente contundencia intervencionista. No son pocos los economistas que aseguran que 700.000 millones de dólares no bastarán para cauterizar todos los daños en el sistema bancario. Pero una intervención tan directa actuará como cortafuegos y responde a las expectativas del mercado, que ya daba por descontada su aprobación.
Los republicanos han conseguido añadir un paquete de rebajas fiscales de 155.000 millones de dólares, que no ataja la causa principal de la crisis, pero permite incorporar un epígrafe de ayuda a las clases medias que rentabilizarán sus promotores. Nada puede objetarse a la propuesta demócrata de crear una agencia que controle la correcta aplicación del plan. Más controvertida resulta la autorización a la Comisión de Valores para que anule, si lo cree necesario, el requisito de contabilizar los activos al precio de mercado. Esta intervención introduce una elevada dosis de arbitrariedad en las valoraciones que puede provocar conflictos.
La celeridad de Washington para rectificar contrasta con las dudas que transmite Europa. Después de una semana financiera negra, con intervenciones bancarias en cadena más la decisión obligada del Gobierno irlandés de avalar los pasivos de sus bancos y la preocupante contracción de la economía alemana, el Banco Central Europeo no se ha decidido a bajar los tipos de interés. Apenas ha concedido su presidente, Jean-Claude Trichet, la sugerencia de que bajarán en el futuro y eso porque reconoce que Europa "vive el momento financiero más grave desde la II Guerra Mundial". Las instituciones europeas, el Ecofin y el BCE en primera línea, tienen que agilizar su respuesta a una crisis que ya está aquí. Quizá la reunión del G-4 de hoy ayude a acelerar la respuesta.
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