_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

A contrapié

La crisis económica nos ha cogido a todos a contrapié. Es verdad que el modelo de crecimiento basado en dinero fácil y barato, consumo y construcción era insostenible. El desequilibrio en la balanza comercial española, el segundo más alto del Mundo tras el de Grecia, era (y es) el síntoma más claro de las deficiencias de la economía española. Pero una vez más, la euforia se apoderó de la gente, empezando por los miembros del gobierno de Madrid. Algunos comenzaron a creer que habíamos logrado desafiar y vencer a los mecanismos que rigen la macroeconomía. No ha sido así y la crisis se nos ha venido encima a una velocidad inusitada; lo que sólo en parte se explica por los graves problemas que atenazan los mercados financieros internacionales.

Los conselleiros de la Xunta deberán reconducir sus ambiciones presupuestarias para 2009

De hecho, creo que no somos todavía conscientes de dónde nos hallamos. Una buena muestra de ello lo ofrecen los ayuntamientos, las universidades gallegas y el conjunto de gobiernos autonómicos. Todos ellos se hallaban a principios de año en pleno proceso de revisión de sus modelos de financiación, con la esperanza de cubrir carencias financieras y aumentar sus recursos ya en 2009. En contraste, se han encontrado con que no sólo se aplaza la aplicación de las reformas, sino que los recursos que finalmente percibirán en 2008 y 2009 se van a encontrar por debajo de lo planificado.

Tanto los ayuntamientos como las universidades de Galicia tienen razón en su reivindicación de más recursos. Pero necesariamente van a tener que repensar algunos de sus planteamientos. En el caso de los primeros, la Fegamp debe asumir la necesidad de (co)responsabilizarse fiscalmente. No es legítimo pedir más transferencias al tiempo que se renuncia a fijar tipos impositivos similares al resto de España. Las segundas deben poner en el frontispicio de sus reivindicaciones el que la mejora de la financiación vaya de la mano de contratos-programa que fijen objetivos e indicadores. La mala imagen que tiene la universidad en algunos foros es en buena medida injusta, pero real. Hablar de financiación condicionada al cumplimiento de metas es la mejor campaña de imagen posible; y la mejor manera de agitar a los dormidos.

En lo que respecta a la Xunta de Galicia, los conselleiros y el vicepresidente deberán reconducir sus ambiciones presupuestarias para 2009. Porque no va a ser posible contar con incrementos de recursos como los de los últimos años. Y porque vamos a cerrar 2008 con más déficit del previsto. Entre otras cosas, porque es muy probable que las reclamaciones de anticipos que Galicia y otras comunidades autónomas (CCAA) han realizado al Ministerio de Economía y Hacienda, al abrigo del acuerdo en materia sanitaria de 2005, no van a tener éxito. Esos anticipos estaban condicionados a que la recaudación real fuese al menos al mismo ritmo que la prevista en el año en curso, lo que no está ocurriendo para el conjunto de las CCAA. Aunque es verdad que la economía gallega marcha mejor que la media, no es técnicamente posible individualizar las comparaciones entre recaudación e ingresos previstos.

En el ámbito ya del sistema financiero, tampoco creo que sea muy acertado el haber abierto una discusión sobre el incremento en el importe garantizado de los depósitos bancarios. Sobre todo, porque estamos muy lejos de que ese mecanismo tenga que actuar. Los bancos y cajas españolas, en general, y gallegas, en particular, pueden estar sufriendo tensiones de liquidez, pero desde luego no los problemas de solvencia que vayan a provocar, a corto o medio plazo, problemas en la devolución de los depósitos. Sin embargo, esa reclamación de potenciación del Fondo de Garantía de Depósitos (FGD) genera dos tipos de efectos perversos. Primero, siembra dudas sobre los ciudadanos con menor formación e información económica, dando lugar a bulos y temores injustificados que pueden complicar aun más la actual coyuntura. Segundo, porque dejan en un segundo plano el verdadero problema que tienen los ciudadanos y las empresas en este momento: la crisis de crédito. Sin duda, lo más urgente es evitar que se estrangule financieramente a unos y otros. Pero eso no se arregla hablando del FGD.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

http://webs.uvigo.es/slagop

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_