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Israel permite la presencia de tropas de EE UU en su suelo

Soldados estadounidenses instalan un sistema antimisiles

Ha sido siempre una prioridad para el Estado de Israel gozar de amplio margen de autonomía para embarcarse en una guerra. En el caso de Irán, cuyo programa nuclear suscita inmensa preocupación en el Gobierno de Ehud Olmert y en la totalidad de la clase política, tener las manos libres se antoja imposible. Por primera vez en sus 60 años de historia, Israel ha aceptado la presencia permanente de soldados extranjeros en su territorio. Más de un centenar de militares estadounidenses se ha desplegado en una base aérea del desierto del Negev para instalar un moderno radar que permite la detección temprana del lanzamiento de misiles balísticos.

Los mandos israelíes pierden capacidad de decisión para lanzar un ataque aéreo

El sistema, conectado a la red de satélites que EE UU gestiona en Europa, hace posible detectar un misil a 4.000 kilómetros de distancia y el emplazamiento desde el que se ha disparado. Así, las posibilidades de interceptar un proyectil cuando todavía se halla a gran distancia de Israel aumentarán considerablemente. Evidentemente, la capacidad defensiva del Ejército sale reforzada. Cuestión diferente es que se vea disminuida la capacidad de los mandos israelíes para que puedan decidir un bombardeo aéreo por su cuenta.

"La eventual decisión de atacar Irán se adoptará únicamente en Jerusalén", afirmaba poco antes del verano a este diario un alto funcionario del Ministerio de Exteriores. No parece que la afirmación pueda sostenerse. Según varias fuentes diplomáticas, Israel solicitó a la Administración de George W. Bush material bélico -bombas de toneladas para perforar hasta seis metros de hormigón armado y aviones para repostar en vuelo-, además del permiso para utilizar un corredor aéreo sobre Irak, un aspecto crucial para un eventual bombardeo de las instalaciones persas.

La Casa Blanca, enfangada ya en dos guerras, Irak y Afganistán, rechazó la petición. De momento, pretende continuar la vía de la presión diplomática sobre Teherán para que renuncie a sus planes atómicos. Algo improbable, dado que la obtención de capacidad nuclear es un objetivo que concita el apoyo del régimen iraní en bloque y de la gran mayoría de la población.

Ahora, con la presencia de uniformados estadounidenses en suelo israelí, las consultas de Tel Aviv con Washington para aventurarse en un conflicto con Irán serán más necesarias que nunca. Las recientes palabras de Amos Gilad, alto funcionario del Ministerio de Defensa israelí, suenan más bien como un canto a la galería. "Somos", aseguró Gilad, "un Estado independiente. Tendremos que adoptar nuestras propias decisiones". Nadie sabe si Israel se embarcará en una aventura militar contra Irán, aunque la derecha la reclama con fervor. Pero algo sí está claro: las negociaciones para desplegar el radar concluyeron en julio y sólo dos meses después ya está siendo instalado.

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