El olvido de la belleza
Narrativa. Esta novela corta habría hecho palidecer de envidia a Henry James. No son muchas las ocasiones en que el buen lector tiene ocasión de dar con una pieza de semejante calado. El libro se abre introduciéndonos en la belleza sentida y vivida de un hogar en el que dos mujeres aguardan el regreso del soldado del que son esposa y prima respectivamente, Kitty y Jenny. Estamos en el tiempo de la Primera Guerra Mundial. La narradora es Jenny, una elección perfecta porque se halla en el punto medio de distancia entre Kitty y Chris, al que ambas adoran. De pronto una mujer vulgar, Margaret, que desentona en el orden de belleza y perfección de esta casa de clase alta, aparece para dar noticias de Chris, que se encuentra herido en un hospital de Boulogne. Su herida es mental: ha perdido la memoria de los últimos quince años, es decir, ha olvidado a su esposa y los años vividos con ella, además de la experiencia de la guerra. Margaret -descubrimos- fue un primer amor de Chris y a ella ha llegado la noticia de su estado antes que a su esposa. ¿Por qué? Vuelto a casa, Chris reclama ver a Margaret. Esta realidad se impone al mundo perfecto y Jenny, cuya mirada conduce el relato, no puede evitar ver lo que ve cuando Chris regresa. Jenny espera que, al reencontrar a Margaret, Chris se dé cuenta de la vulgaridad de esta mujer aviejada y se reintegre a su mundo. Pero la noble Jenny no puede evitar ver lo que sucede ante sus ojos. Y la novela, entonces, desvela lo que esconde la vida real frente a la vida impostada. Si la sugerencia es el alma de la literatura, ésta es una novela perfecta. Todo el relato es una soberbia construcción narrativa que conduce a un final insuperable; es como si la mirada de Jenny, como testigo del drama, abriera de nuevo (y contra sus deseos) la casa feliz y, al ir dando luz a cada una de las habitaciones, la descubriera por entero en su verdadera realidad. El relato se cierra de manera gloriosa y el lector queda anonadado. Una obra maestra.
El regreso del soldado
Rebecca West
Traducción de Laura Vidal
Herce. Madrid, 2008
144 páginas. 16 euros
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