"Si el plan no se aprueba, que el cielo nos asista"
Paulson y Bernanke revelan la magnitud del 'crash' en sus reuniones con congresistas
Los congresistas de Estados Unidos han entendido bien lo que supone el plan de rescate del sistema financiero. "Les das un buen dinero y a cambio ellos te devuelven lo peor de lo peor", concluía ayer el senador republicano Brad Sherman. El precio de estabilizar los mercados es de 700.000 millones de dólares, casi medio billón de euros.
"El libre mercado ha muerto en EE UU", se queja un senador republicano
Los demócratas piden que la ayuda llege también al ciudadano de a pie
Pero la llave para salir del caos está ahora en los despachos del Capitolio. Reuniones maratonianas, carreras por los pasillos, conferencias telefónicas con las dos figuras clave -Ben Bernanke, presidente del Banco Central, y Hank Paulson, secretario del Tesoro- y la seguridad de que en las manos de los congresistas está que el thriller financiero no acabe convirtiéndose en drama. Una bomba de relojería en manos de políticos que se juegan su futuro dentro de mes y medio escaso en las elecciones presidenciales.
La crisis dura ya más de 13 meses, pero las secuencias finales dejan un crescendo espectacular. Paulson y Bernanke iniciaron la rueda de contactos con los representantes políticos de ambos partidos a las tres de la tarde del jueves. Minutos después, Wall Street inició una de esas montañas rusas que mezclan euforia y espectáculo: la noticia de que el Gobierno iba a intervenir la economía con la compra de los activos dañados de la banca corrió como la pólvora y el índice registró en 60 minutos su mayor subida en seis años. El viernes, lo mismo. Los mercados parecían ignorar que queda lo más difícil: poner de acuerdo a demócratas y republicanos.
Para ello, nada más efectivo que un golpe de efecto. Con un Bernanke más comedido, Paulson transmitió a los congresistas un par de mensajes que han trascendido. "Si el plan no se aprueba, que el cielo nos asista"; y "si no lo hacemos, habrá un desastre en los mercados", según informaban ayer The New York Times y The Wall Street Journal.
Con George W. Bush hizo exactamente lo mismo. La respuesta del presidente fue el visto bueno al plan de rescate. La reacción de los congresistas fue menos ejecutiva, pero tal vez más representativa de la magnitud de los problemas. "Quedamos sumidos en un silencio extraño, de cinco o 10 segundos, faltaba el oxígeno, la gente estaba impactada por lo que escuchaba", relató el presidente de la comisión bancaria del Senado, Chris Dodd.
El Capitolio evaluará a lo largo de todo el fin de semana la posibilidad de poner en marcha una acción rápida para dar manos libres al Tesoro y la Reserva Federal y salir al rescate así del sistema financiero. Pero los demócratas piden contrapartidas: ampliar las ayudas al conjunto de la ciudadanía y un plan de inversiones en infraestructuras, que los portavoces republicanos tachaban ayer de electoralistas.
El candidato demócrata a las elecciones del 4 de noviembre, Barack Obama, respaldó el rescate pero pidió también un esfuerzo para que llegue también al "ciudadano de a pie". El acuerdo no es fácil.
El intervencionismo de la Administración de Bush ha generado muchas críticas, algunas de ellas procedentes incluso de sus propias filas republicanas. "El libre mercado ha muerto en Estados Unidos", señaló en un duro comunicado el senador republicano Jim Bunning, quien aseguró que las medidas de intervención que ha bosquejado el Tesoro suponen "eliminar el libre mercado e instituir el socialismo en Estados Unidos".
Wall Street espera en candilejas un pacto que en realidad ya se da por descontado, pero que la cercanía de las elecciones dificulta en las formas, en el tempo. Los teléfonos seguirán echando humo todo el fin de semana, para dar aún más lustre a un guión con el más puro estilo de Hollywood. "¿Sabe lo que me están pidiendo?", espetó ayer ante otros colegas el senador demócrata Harry Reid. "Sólo acordar con los republicanos que tiren de la cadena del retrete me lleva 48 horas", concluyó.
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